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Raimundo Fitero

Yo también

Sí, yo también estoy harto de tantas camisetas, servilletas, banderitas, trapos y proclamas. Lo del planecillo de Ibarretxe ha quedado ocultado por el fútbol. Miren, dejémonos de tonterías, más del sesenta y tres por ciento de los seres humanos que viven en la CAV y veían la televisión entre las nueve menos cuarto y las once menos diez estaban presenciando el partido de semifinales. Digamos que en el parcelamiento que ofrece Sofres por comunidades autónomas, resulta que solamente Catalunya tuvo menor porcentaje. La que más, Madrid. Lógico. Y en general por encina del setenta. Un nuevo récord. Impresionante.

Dicho lo cual, y pónganme en ese sesenta y tantos, añado que se están pasando, que no se puede abrir los telediarios, y dedicarle más de diez minutos, cuando además de lo de Ibarretxe, está una subida de IPC (Índice de Precios al Consumo), que ya está por encima del cinco por ciento, de la subida imparable del precio del crudo y otros síntomas de crisis, por lo que se está creando una manta alienante. Es comprensible la euforia, pero la utilización propagandística empieza a ser un poco empalagosa.

Sucede en Cuatro, y en esta cadena se está viviendo una de las más escandalosas metamorfosis de sus comentaristas y periodistas, unidos a los de la SER. Ahora son de Luis, lo que es como para partirse de la risa. Ahora no hablan de Raúl, cuando han sido los más pesados. Ahora la selección es magnífica y juega de maravilla. Me dan un poco de grima. Lo entiendo, están vendiendo un producto, pero es muy curiosa su voluntaria entrega.

Entre sus comentaristas, me encanta Camacho por ser como es; es decir, como siempre ha sido como jugador o como entrenador, un forofo español, lo que me parece muy bien. Pero los otros camaleónicos son de traca. Impresentables. Con un tal Julio Maldonado que es como un loro. Si miran ustedes las fichas que ofrece la UEFA y las páginas especializadas, verán cómo todo lo que dice sale de ahí. Y nos parece un poco chocante la pleitesía ante la familia Real. En el primer gol, los príncipes dejaron ver a todo el que quiso que no saben abrazarse. ¿O hay protocolo entre ellos?

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