La nueva Rusia y la UE negocian otro tratado de «buena vecindad»
Rusia no es la misma que firmó en 1997 con la UE el tratado de asociación estratégica. Ambos gigantes y vecinos europeos lanzaron oficialmente ayer una nueva ronda negociadora que debe desembocar en un nuevo acuerdo. No obstante, las discrepancias son muchas y a ellas se suman crisis internacionales como las que afectan a Abjasia, en Georgia, y Kosovo. La tarea se presenta ardua y difícil.
GARA |
Rusia y la UE lanzaron ayer las negociaciones para un nuevo acuerdo estratégico que reemplace al vigente desde 1997.
El objetivo de esta nueva ronda, que comenzará el 4 de julio y tendrá una duración indeterminada -un año, augura Moscú, y hasta dos, advierte la Unión-, será consensuar un nuevo texto más adaptado a las exigencias de la nueva y emergente Rusia, que tiene poco que ver con la que firmó el anterior acuerdo, estando sumergida en una grave crisis existencial que duró toda la década de los 90.
El lanzamiento de estas negociaciones fue bloqueado durante meses por sendos vetos de Polonia y Lituania.
Se anuncian difíciles en torno a materias sensibles como la energética, el comercio, los «conflictos congelados», como el del territorio irredento de Abjasia en Georgia, la cuestión de los visados a los rusos para viajar por territorio de la UE o los «valores comunes», en referencia a los derechos humanos.
La alargada sombra de Putin
Si los representantes de la UE llegaron a Janti-Mansiysk con la esperanza de hallar fisuras tras el cambio en la Presidencia de Rusia, el nuevo inquilino del Kremlin, Dimitri Medvedev, se permitió la ironía para frustrar sus esperanzas y aseguró que sus relaciones con la UE serán «tan constructivas y exitosas» como las que mantuvo su predecesor, Vladimir Putin.
La modalidad misma del acuerdo es motivo de discordia. Rusia quiere un acuerdo-marco, más conciso que el actual, que podría ser completado con acuerdos sectoriales, energéticos o comerciales. Apela para ello al compromiso alcanzado en la cumbre de Socchi (2006).
La UE, por contra, se niega a negociaciones sectoriales y alega que ello le dejaría sin margen de maniobra. «Si todo entra en un mismo paquete, podremos decir a los rusos: `¿Queréis viajar por la UE sin visado? Muy bien, nosotros queremos transparencia y reciprocidad en el dominio energético'», resume un diplomático de Bruselas.
El energético es el principal capítulo de las negociaciones. La UE recibe el 16 % del petróleo y el 20% del gas que consume de Rusia que, a su vez, destina a la Europa comunitaria el 53% de sus exportaciones de petróleo y el 62% de las de gas.
La UE exige que Rusia abra sus fronteras para que empresas comunitarias inviertan sin cortapisa alguna en el sector energético ruso. Moscú insiste en que la UE abra sus mercados de distribución al gigante gasístico Gazprom.
La delegación de la UE llevó otra queja, la relativa a la estrategia rusa de privilegiar sus relaciones bilaterales con algunos países miembros, como Alemania y el Estado francés.
Rusia, por contra, denuncia la farragosidad del funcionamiento institucional de la UE y su tendencia a defender intereses nacionales de algunos estados miembros, en referencia a los recientes vetos polaco y lituano. Por de pronto, Medvedev dejó claro que Rusia considera estratégico su proyecto de gasoducto Nord Stream que llegará directamente a Alemania tras discurrir bajo el mar Báltico. Reiteró lo propio respecto al proyecto de South Stream, que también ha generado diferencias en la UE.
Cuestiones todas ellas que, sin olvidar las divergencias sobre Kosovo, evidenciadas otra vez ayer mismo, auguran largos años de negociaciones. Y es que hoy Rusia no es lo que era.
Tanto Rusia como sus aliados abjasos desmintieron un proyecto de partición del territorio negociado con Georgia respetando las actuales zonas de influencia respectivas a cambio de que Tbilissi renuncie a entrar en la OTAN.
El ex primer ministro ruso Viktor Zubkov, fiel de Putin, fue nombrado ayer presidente de Gazprom. Zubkov sucede al actual presidente ruso, Medvedev, tras haber cedido su puesto a Putin. Más del 50% de las acciones del gigante son del Estado.
Rusia criticó el anuncio de la ONU de que reducirá su misión en Kosovo en espera de que la UE recoja el testigo. Por lo que respecta al proyecto de escudo antimisiles de EEUU, Medvedev reiteró su oposición pero su disposición a negociar.
Pequeña ciudad modelo de 68.000 habitantes en mitad de la taiga siberiana, Janti-Mansiysk es la ventana de una Rusia segura de sí misma y podrida de petrodólares.
Moscú ha justificado su elección por la voluntad de mostrar al mundo una parte desconocida del país. Los invitados la interpretan como una forma de mostrar las vastas riquezas energéticas de Rusia y el ascendiente que le otorgan sobre sus vecinos europeos.
Capital de una región tan grande como el Estado francés y que produce el 58% del petróleo de Rusia, se ha transformado en los últimos ocho años de una capital de provincia con viviendas desconchadas en un centro de negocios que se llenará en breve de rascacielos.
«No existe nada parecido. Es un símbolo de cómo ha cambiado Rusia», reconoce Nikolai Petrov, especialista de regiones de Rusia del centro Carnegie de Moscú.
Arquitectos como Norman Foster y el holandés Erick van Egeraat han recibido encargos en la ciudad.
Coincidiendo con la cumbre dio inicio una cumbre de pueblos ugro-fineses, en el que participarán colectivos venidos de Hungría, Estonia y Finlandia.
Una buena ocasión para que Rusia venda su respeto a los pueblos indígenas de la región, los janty y los mansi. Suman 30.000 almas de un total de 1,5 millones de habitantes.