La noche del pasado jueves, el auditorio del museo Guggenheim-Bilbo estaba hasta la bandera en el primer pase -el popular- del «desfile-acción» preparado por el diseñador David Delfín como aportación personal a la muestra «Cosas del Surrealismo», que permanecerá expuesta en la pinacoteca bilbaina durante todo el verano. Muchos jóvenes entre el público, una escenografía que recordaba los pasillos enrejados de los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial y ganas de ver lo que proponía este diseñador malagueño transgresor y provocador, que gusta de levantar ampollas colocando, por ejemplo, burkas a sus modelos en Cibeles.

Con un más que ligero retraso sobre la hora prevista, la modelo y cantante Bimba Bosé se arrancó como maestro de ceremonias con toda una declaración de intenciones: ataviada con un vestido de noche y frac surrealista -la vida al revés: la parte delantera iba en la trasera, algo que se reprodujo en todo el desfile- sobre la banda sonora de la serie de David Lynch «Twin Peaks» interpretó el «Como yo te amo» de Rocío Jurado... y, sorprendentemente, pegaba perfectamente.

Como imágenes congeladas en blanco y negro, con una estética y una banda sonora que buscaba jugar con la fantasía del público -sonidos de orgasmos incluidos-, David Delfín mostró una selección de sus trabajos más cercanos al Surrealismo. La mayoría de las prendas fueron presentadas en Cibeles 2002 bajo el nombre de «Cour des Miracles», en un trabajo repleto de reminiscencias de la obra del pintor René Magritte y el cine de Luis Buñuel.

Modelos que casi parecían maniquís de cartón-piedra, entre los que se podía ver a algunos de los actores de la serie «El internado» de Antena 3, e incluso una contorsionista, portaban trajes en los que un detalle siempre se salía del lugar donde debía estar: una camisa con la botonadura en la espalda, otra con la pechera en la pierna, otra... sin cabeza, una embarazada «falsa» en minifalda, una malla espectacular con forma de frac, las faldas-pantalón de su diseñadora de referencia Elsa Schiaparelli convertida en eso, falda y pantalón, en el sentido más estricto -falda por delante, pantalón por detrás-...

Aplausos y, a la salida, en la encuesta que realizaba el museo, se podía percibir que el contenido del desfile-acción había gustado al público -vimos que le habían dado bastantes 8 como valoración-, pero no tanto su duración: 15 euros costaba la entrada, por media hora de espectáculo. Fuera, la tormenta que caía sobre Bilbo y dentro, el segundo pase, el vip, posiblemente menos interesante.