Sejo Carrascosa Técnico en prevención de Sidalava
Del orgullo Transmaribollo a la miseria GLTB
Otra vez otro 28-J, que ya nadie llama, como antaño, día de la liberación homosexual, sino del Orgullo GLTB, o más reducido Día del Orgullo, pero que debido a las reducciones semánticas, nada ajenas a los media y a los círculos de poder que los manejan, pronto será determinado como Pride, sin más. Parece ser que se conmemora una fiesta más cercana a una celebración del consumo rosa, del ocio insolidario, a una feria de muestras donde la reivindicación y la protesta no ha lugar u ocupa un espacio oscuro y ocultado.
No se puede negar que las leyes de la igualdad aprobadas en Madrid han sido un acicate para la visibilidad y, sobre todo, para evitar situaciones de desigualdad que generaban un sufrimiento injusto e innecesario. Pero no por eso es admisible la docilidad obediente en la que se encuentra el movimiento GLTB, por decirlo de alguna manera, ya que hay gente que prefiere llamarlo meneíllo o ligero temblor. Tampoco es de recibo que, porque las algaradas homófobas que desde los sectores más casposos y retrógrados no cesen sino que aumenten, la ausencia de autocrítica se haya convertido en un gran déficit en el seno de los colectivos. Menos cuanto que esas voces vienen desde lo mismos sectores de ese gran espacio que ocuparía la disidencia a la norma heteropatriarcal.
Se puede ignorar que desde los poderes públicos, los medios de comunicación (prensa, radio, televisión) y alguna que otra asociación también, se está haciendo lo imposible para convencernos que ya está todo alcanzado en este Estado, que ya no hay que luchar por nada más, y sólo nos queda disfrutar de unos escasos derechos que pretendidamente nos tienen que satisfacer en toda dimensión.
Las marchas del orgullo, que se celebran este 28-J en las grandes capitales han perdido todo su carácter reivindicativo. Y esto no significa que la reivindicación pueda ser ajena a la fiesta, que por algo serán las persecuciones que desde la Iglesia Católica se han realizado en contra de cualquier manifestación del júbilo popular.
Las carrozas de la marcha del Orgullo expanden a los media cuerpos hermosos y variados, plumas, lentejuelas, locazas, (cada vez menos), machorras (cada vez más), chulazos y drags. Pero no se ven (¿quién y desde dónde los oculta?) los cuerpos que viven con el VIH, los cuerpos llamados (¿desde qué cualidad?) discapacitados, los intersexuales (¿pero entonces qué es, qué es? ¿Chico o chica?), los cuerpos inmigrantes, los precarios, los de las criaturas que sufren bulling ante el silencio de la familia y el profesorado. Faltan esos cuerpos que siguen siendo problema para el sistema, para la norma y el capital.
No se ve, no se aprecia la rabia acumulada por tanto derecho conculcado, la repulsa a tantas agresiones homófobas, el cuestionamiento de las políticas de salud pública, muchas veces exterminadoras. ¿Cómo se van a apreciar las pobres y cutres pancartas, spray y trapo, si se ven silenciadas por los logotipos en las carrozas de las grandes marcas que anteponen una identidad consumista, rosa y que reduce nuestra dignidad a nuestra capacidad de gasto?
No se comprenden los mensajes optimistas compartidos por los líderes GLT (¿para cuándo las lideresas?) y los políticos, y sí se echan de menos discursos y acciones que sigan poniendo sobre la mesa las diferentes formas de homofobia y opresión y las formas de hacerles frente.
Hay que romper con el modelo de uniformador del gay blanco que sólo es aceptado por su capacidad adquisitiva, hay que hacer ver otras realidades. Transexuales a los que se quiere patologizar, bolleras ajenas a los modelos de belleza heterosexuales, maricones viejos y niños, lesbianas sadomasoquistas, locazas pasivas, camioneras con bigote... Dejemos claro que no todas pertenecemos a esa minoría de gays y lesbianas domesticadas que se conforma con un consumo rosa.
Perder el sentido crítico, dejar de problematizar las relaciones, el cuerpo, los sexos, géneros y sexualidades en aras de una integración y de un reconocimiento es perder el caudal de subversión de un movimiento que nació desde la protesta y que debe seguir cuestionando un modelo social injusto y segregador.
No perdamos el espíritu de Stonewall, reivindiquemos la lucha «a cara de perro» («Ética Marica». Paco Vidarte. Madrid, 2005). Si dejamos que se nos convierta en un mero nicho del consumo, si aceptamos la asimilación con un silencio subvencionado, qué triste huida nos espera .