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Raimundo Fitero

Buenas noticias

En TVE, al menos en su canal internacional, además de las peores películas de la historia de «las españoladas», tienen un programa que se titula «Buenas noticias». Lleva muy pocas emisiones, y a la vista de lo sufrido, solamente podemos decir que es un pestiño. Pero ha aparecido en mi vida televisiva justo el día en que me entero de una gran idea que viene de Rumania. Allí, en la televisión pública, están a punto de aprobar un decretazo sobre la paridad de las noticias. Tiene que haber el mismo número de malas noticias que de buenas noticias. Por lo menos. Y, se supone, la malas tendrán que ser sobre la naturaleza y la oposición, y las buenas, sobre el gobierno y los cantantes de moda. Me imagino. Estoy escribiendo por pluma de ganso.

Esto está apunto de suceder en Rumania, pero seguro que les ha pasado por la cabeza a muchos políticos. Diría más. Los Teleberri deben tener un código secreto de esta índole. Lo bueno sucede siempre y de manera obligatoria alrededor de Ibarretxe y sus subalternos y por ello abren, median y cierran todas las emisiones, y lo malo es siempre de los otros, del resto, y del resto del mundo. Claro, si llueve, se tiene que decir, pero rápido no sea que identifiquen clima y plan.

Ahora caigo, venía yo señalando la inflación de malas noticias en Tele 5, y resulta que esa tendencia debe provenir de otro código o reglamento, pero con la consigna a la inversa. Si se roba mucho, se cometen crímenes, la inseguridad es insoportable, llegan muchos inmigrantes, crece el paro, etcétera y lo amplificamos, es un método de desgastar al gobierno y de llevar a la parte de la sociedad más proclive y miedosa a tomar decisiones drásticas, es decir interiorizar bruscas soluciones de extrema derecha.

Así que no es tan descabellado lo que intentan hacer en Rumania y seguro que lo han copiado de alguna cadena de abolengo y respetabilidad universal como la BBC que tiene cosas casposas hasta la náusea. Pero a mí, ahora mismo, cuando estoy acabando, me viene a visitar otra vez la maldita duda metodológica de rigor: ¿qué es una buena o una mala noticia? ¿Existe la buena noticia absoluta? Esto da para una charla larga. Lo intentaremos.

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