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Diez años del escándalo que estuvo a punto de hundir al Tour

Han pasado tantas cosas desde entonces que, contrariamente a lo que diría Gardel, parece que sucedió hace una eternidad. Pero son sólo diez años los que han transcurrido desde que el escándalo del «caso Festina» estuviese a punto de llevarse al Tour por delante.

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Amaia U. LASAGABASTER

Landis, Rasmussen, Vinokourov, Rumsas, la Operación Puerto... Son nombres que en los últimos años han merecido tantos titulares como, lamentablemente, el Tourmalet, los Campos Elíseos o el maillot por puntos. Parte de una larga lista de escándalos que han situado al ciclismo en el ojo del huracán durante la última década.

Sería inocente, e incierto, decir que el doping es cosa del siglo XXI -tanto como unirlo constante y exclusivamente al ciclismo-, pero no cabe duda de que el «caso Festina» tuvo el dudoso honor de marcar un hito en una historia tan vieja como el ciclismo.

Este mes se cumple una década desde que aquel escándalo estuviera a punto de llevarse al Tour por delante. Faltó ciertamente poco para que la carrera, por primera vez, se suspendiera sin llegar a París.

Todo comenzó en la mañana del ocho de julio de 1998, cuando Willy Voet, masajista del equipo, conducía uno de los coches de Festina rumbo a Dublín, de donde debía partir la carrera tres días después. Registrado en la frontera franco-belga, los aduaneros encuentran un cargamento de sustancias dopantes y detienen a Voet.

Pese a todo, el Tour echa a andar con Festina, pero el caso está lejos de acabar. Voet confiesa ante el juez que, el 15 de julio, ordena interrogar al director deportivo del equipo Bruno Roussel y al médico Eric Ryckaert. El primero no tarda en admitir el dopaje sistemático y organizado en Festina. La inmediata decisión de la organización es evidente: todo el equipo queda excluido del Tour.

Muy tocada, la carrera sigue adelante, pero recibe otro golpe de inmediato, cuando la Policía descubre otro alijo de productos dopantes en un autobús del equipo TVM. Los corredores del equipo holandés aprovechan la llegada de la prueba a Suiza para abandonar también el Tour.

Los interrogatorios, las sospechas, las acusaciones...; todo ello con las cámaras de televisión como testigo, acaban por hartar a los ciclistas que, en Tarascon, amenazan con una huelga que no sale adelante. Pero las polémicas no cesan y el 29 de julio, esta vez sí, el pelotón echa pie a tierra en el inicio de la etapa entre Albertvillle y Aix-les-Bains. Un acuerdo con Bjarne Riis -que, lo que son las cosas, acabó confesando años después que consumió EPO durante varias temporadas- rompe la unidad del pelotón y permite al Tour seguir adelante. Lo hace sin los equipos españoles, que abandonan la carrera; también sin Rodolfo Massi que, portador del maillot por puntos, es interrogado un día después, agrandando la hoguera.

Pero nada puede con el Tour, que acabó llegando a París, con Marco Pantani como vencedor. Aunque su nombre no es el primero que aparece cuando se alude a aquella edición de 1998.

Un calvario necesario

Lejos de tocar techo, el «caso Festina» no hizo sino dar paso a una década de escándalos. Sin embargo, el que fuera director del Tour en aquel momento, Jean Marie Leblanc, asegura que el «calvario» ha acabado teniendo consecuencias positivas. «En aquel momento utilicé palabras como sufrimiento, calvario, problema..., porque se puso a los pies de los caballos al mejor equipo del momento, al corredor preferido por los franceses (Virenque) y al ciclismo en general. Pero con un poco de perspectiva, creo que fue necesario: para mantener un mínimo de credibilidad y para demostrar que nunca se tolerarían comportamientos relacionados con el dopaje. Fue una señal para todos», asegura.

En opinión de Leblanc, toda aquella situación ha desembocado, por un lado, en carreras más humanas -«se han limitado los kilómetros, de cada etapa y los totales, hay dos jornadas de descanso...», destaca- y, por otro, «en la creación de la Agencia Mundial Antidopaje, en la reformulación de los reglamentos, en la instalación de nuevos métodos de detección... Y sobre todo, en una toma de conciencia por parte de todos».

Un proceso que, según el ex director del Tour, «ha sido demasiado lento», aunque reconoce que no es fácil reaccionar «a fondo y con rapidez» ante estas situaciones. «Cuando se es responsable de la gestión de un deporte -asegura, en referencia a la UCI-, es difícil admitir que está gangrenado. Y si, además, hay que renovarlo todo por completo, hay que tener las pruebas de que todo está podrido. Y no es tan fácil obtenerlas».

Moreau, único corredor en activo del festina de 1998

Christophe Moreau es el único corredor que permanece en activo de los que fueron expulsados con Festina en aquel Tour de 1998.

La mayoría de ellos tuvo una vida deportiva más o menos exitosa tras cumplir sus sanciones y ahora tienen dedicaciones de lo más variopintas. El año pasado se retiró Didier Rous, actual director de Bouygues. Hasta 2004 corrieron Richard Virenque, ahora comentarista de televisión, Alex Zülle, que trabaja ocasionalmente como chófer de coches para VIPs en las carreras suizas, Laurent Brochard y Laurent Dufaux, representante de una sociedad textil. Antes lo hicieron Pascal Hervé, comerciante, Armin Meier, director de la Vuelta a Suiza, y Neil Stephens, director adjunto en Caisse d'Epargne.

Entre los directores, Bruno Roussel trabaja en una empresa inmobiliaria, Michael Gros es representante de corredores y Antoine Vayer se dedica a la investigación médica. A.U.L.

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