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Este proyecto evidencia que es el negocio lo que prima

A la comunidad surfera le falta autocrítica, y se guía por la moda o la novedad, que es algo que choca con el surf de verdad, que es viajar y buscar hasta dar con la ola. Nada hay que se pueda comparar con las olas del mar, aunque el ser humano trate de dominar la naturaleza. Aun así, supongo que la promoción hará que la piscina artificial sea un éxito.

Haritz LARRAÑAGA Instructor de la Escuela de Zarautz

En primer lugar, no me extrañaría que este proyecto tuviese éxito, ya que es evidente que hay una demanda importante de surf; tanto, que hasta de lugares sin costa o sin tradición surfera sale gente que lo practica. Por eso, de tener una promoción adecuada, a esta piscina de olas artificial no le faltará quien la emplee.

Personalmente, no es algo que me atraiga en exceso, pero por otro lado, creo que los propios surfistas somos seres unidimensionales y que nos guiamos más por las modas o los usos a nuestra propia iniciativa. Es decir, raramente se podrá encontrar en la comunidad surfera una discusión sobre si conviene o no tener una piscina de olas artificial, y el comentario que va a imperar no será otro sino el «habrá que probarlo», como sucedió cuando el proyecto de Tolosa empezó a cobrar fuerza en 2007. Siempre nos vamos dejando arrastrar por la ola de la novedad o la moda, algo que entiendo que choca frontalmente con lo que supone el surf para mí, que es ir detrás de las olas que ansías, viajar, buscar hasta dar con ella... Por eso, creo que en este proyecto lo que menos importa es el surf y lo que de veras prima es el negocio y el dinero.

Para mí, hay tres razones básicas para que este proyecto vea la luz y, probablemente, sea un éxito: en primer lugar, el dinero. Lo dicho, lo que verdaderamente importa en este asunto, y más viendo la cantidad de costa que tenemos para poder practicar surf, es el negocio y de no prever una buena rentabilidad no creo que se pusiera en marcha de ninguna manera. En segundo lugar, se halla la propia demanda. Es decir, en nuestra costa podemos encontrarnos con muchos días de olas, pero en lugares como Hawai o Australia, no siempre hay años en los que pueda haber en total 30 días con olas como para poder surfear. Con tanta gente nueva que se anima a hacer surf ahora, la necesidad de olas aumenta, y, claro, si la naturaleza no quiere, no hay nada que hacer. Por último, el afán del ser humano de imitar y dominar la naturaleza. En vez de viajar y buscar las olas, ahora que no es tan complicado ir de aquí para allá, el ser humano sigue ser un elemento que no se conforma con lo que tiene y busca emular lo que hace la naturaleza.

Por mi parte, debo decir que nada, pero es que nada, se puede comparar a una ola en el mar. Es algo absolutamente incomparable. Tal vez sea porque la gente que venimos de localidades costeras sentimos mayor respeto, o que simplemente vemos la mar y las olas de una forma diferente a los que vienen «de secano», que quiere tener olas siempre.

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