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Crónica | cinco días de plante popular en Barañain

Kilikis que no pegan y txarangas que no tocan contra la censura de UPN

 El alcalde de Barañain, José Antonio Mendive, no ha ocultado su desconcierto por el desarrollo de las fiestas de la localidad. El veto a los colectivos derivó en un plante popular al que se han sumado desde txarangas a kilikis o pelotaris. UPN se quedó solo con la Policía Foral y la Guardia Civil frente a la mayoría del pueblo y del Ayuntamiento.

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Jasone MITXELTORENA-Ramón SOLA

Fue una respuesta improvisada sobre la marcha, pero con una dimensión que ha sorprendido, y sobre todo al alcalde de UPN. José Antonio Mendive, que llegó al cargo hace un par de meses tras la moción de censura impulsada por el PSN contra Nafarroa Bai, no ha contenido su estupor: «Allá donde iba en estas fiestas, se han organizado para venir a increparme. He tenido que andar casi a hurtadillas», ha denunciado al concluir estas fiestas tan atípicas.

No merece otro calificativo su desarrollo. La decisión del alcalde de desplazar las txosnas a un polígono industrial y recortar subvenciones a los colectivos desencadenó el plante, plante que cambió el color de la fiesta. Hasta el de los pañuelos, ya que los partidarios del lema «Jaiak denontzat» sustituyeron el habitual rojo por el verde, que a partir de entonces fue el color predominante en Barañain.

La protesta no tardó en extenderse. En el txupinazo, la plaza se vació prácticamente cuando el alcalde salió al balcón. Hubo orquestas que se descolgaron del programa oficial. Los kilikis hicieron su particular boicot negándose a pegar. Las txarangas dejaban de tocar al pasar por el Ayuntamiento. Los pelotaris jugaban sus partidos con el pañuelo verde. A la plaza en que se ubica el consistorio se le comenzó a denominar «Plaza Negra» en contraste con la «Plaza Verde», en la que se desarrollaron actividades populares en un programa improvisado que comenzó el viernes, dos días después del cohete oficial.

El alcalde, que había hecho un gesto insuficiente al recibir a los colectivos a pocas horas del inicio festivo, acabó la fiesta solo. Sólo los siete concejales de UPN acudieron a la iglesia de Santa María el domingo, en el último acto oficial. Ni PSN ni Nafarroa Bai ni IUN les acompañaron. Sí lo hicieron unos 80 partidarios de unas fiestas para todos, que no dejaron de denunciar la situación con los lemas que han acompañado a Mendive durante todas estas fiestas: «Jaiak denontzat», «Con este alcalde vamos de culo» o «Ayuntamiento, miento, miento, miento».

Comisaría improvisada

La respuesta del alcalde ha sido tratar de presentar a la oposición a su política como un colectivo violento. Habló incluso de «kale borroka» después de que las dos principales actividades festivas que quedaban en pie tras el boicot -los fuegos artificiales y las vacas- resultaran saboteadas el primer día. Mendive utilizó también otro argumento recurrente en estos lares: «Ha venido gente de fuera a sabotear las fiestas».

En consonancia con este discurso, la omnipresencia policial ha marcado estas jornadas de revuelta popular. A la Policía Municipal se le sumó la Guardia Civil -que irrumpió en la Plaza del Ayuntamiento durante el Pobre de Mí después de que se comenzaran a lanzar huevos y globos al escucharse la voz del alcalde-. Y también la Policía Foral, que ha improvisado estos días un «cuartel» en la Avenida Comercial.

Es difícil no ver en toda esta línea de actuación una réplica de lo que ocurre en la vecina Iruñea. El equipo de gobierno de Mendive, entre otras cosas, ha anunciado su intención de implantar una «ordenanza cívica» similar a la desarrollada por Yolanda Barcina contra el movimiento popular. Un movimiento que se ha vestido de verde esperanza para responderle.

 

 

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