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Realidad e ideología: los problemas del socialismo del siglo XXI

Si dejamos de lado por un momento la situación económica mundial, la noticia de esta semana ha sido la liberación de Ingrid Betancourt por parte del Ejército colombiano. O, mejor dicho, la operación política y militar desarrollada entre la selva y Bogotá por una entente entre ese Ejército, la Administración Bush, mercenarios israelíes y grupos paramilitares colombianos -acompañados, por supuesto, del siempre necesario «puñado de dólares»-.

El relato de los hechos nunca pareció demasiado verídico pero, a pesar de que según avanzan los días vamos conociendo nuevos elementos del golpe de mano de Álvaro Uribe, lo cierto es que el Ejecutivo colombiano y sus aliados han logrado sus objetivos prioritarios. En primer lugar, han conseguido legitimar todas las posiciones políticas del Estado colombiano, un Estado corrupto y criminal que estaba inmerso en una profunda crisis -que perdura, pero que gracias a esta operación puede ser largamente ocultada-. En segundo lugar, han bloqueado cualquier intento de negociación genuino encaminado a desbloquear esa crisis estructural y a conseguir un acuerdo de paz justo y duradero. Por último, aparentemente, han logrado aislar internacionalmente a las FARC, creando un cortafuegos entre la guerrilla colombiana y sus hasta ahora valedores en la región. Entre ellos, destaca el cambio de postura adoptado por Fidel Castro, pero, muy especialmente, por Hugo Chávez, quien, tras congratularse de la liberación de Betancourt, ha declarado que las FARC deberían reflexionar «porque el tiempo de los fusiles ya pasó».

Tras este cambio de postura de Chávez podría subyacer un hipotético cálculo militar que plantearía la hipótesis de que la derrota de las FARC podría resultar factible a corto o medio plazo. Como buen militar, Chávez ha podido considerar que más vale salirse a tiempo de esa batalla en la que Venezuela tiene más que perder que ganar. Cálculo legítimo, pero que supone un salto más que discutible en la trayectoria del líder venezolano.

Aun suponiendo, que ya es suponer, que esa hipótesis fuese realista -y siempre teniendo en cuenta que desmovilizar a varias decenas de miles de voluntarios no sería ni tan barato ni tan fácil como liberar a una docena de cautivos-, la situación política, económica y social de Colombia seguiría siendo a todas luces insostenible. Colombia es un Estado corrupto -sin ningún tipo de independencia entre los distintos poderes- y paramilitar -con cientos de miles de desplazados-, convertida en una colonia de EEUU -siendo uno de los tres países que más apoyo económico y militar recibe por parte de esa Administración-, donde no existe posibilidad política de cambio -tal y como demuestra la desaparición y muerte de sindicalistas y activistas- y con unas desigualdades sociales generadas por una pequeña élite de privilegiados frente a una gran masa de explotados.

Es cierto, se puede terminar con un grupo guerrillero concreto por la vía militar. Pero, si la situación que esa organización denuncia y combate perdura, sólo existen dos hipótesis a medio plazo: o la violencia reaparecerá o la injusticia se eternizará. Los casos de Guatemala, Perú o El Salvador, por no salir de ese mismo contexto geopolítico y sin entrar en las especificidades de cada uno de esos casos, evidencian esa terca realidad.

Así, el problema del razonamiento puramente militar es que no responde a una valoración política de la situación real, sino a un cálculo de costes y beneficios en el que la justicia, la igualdad, la paz o la libertad no son más que elementos decorativos con los que adornar la victoria o la derrota.

PSOE: el liberalismo del siglo XXI

Desgraciadamente, esa misma clase de cálculo parece guiar la renovada línea estratégica del PSOE respecto al conflicto vasco, adoptada en su 37 Congreso Federal. Por decisión de la Ejecutiva y de la delegación vasca la referencia a un final dialogado del conflicto ha sido suprimida de las ponencias. Toda una torpeza política.

Los pilares de la estrategia del PSOE para con Euskal Herria son la negación y la represión. En el caso del independentismo, además, esa estrategia adquiere tintes evidentemente militares: la hipótesis de una derrota de ETA se acompaña de un esquema contrainsurgente que incluye espionaje, propaganda, chantaje... Otros vicesecretarios del mismo partido ya lo intentaron en balde.

El PSOE se concentra en desarrollar su dimensión liberal, con temas como la eutanasia y el aborto, si bien tampoco toma decisiones al respecto. De ese modo, Zapatero puede llegar a agotar la agenda del liberalismo en esta legislatura, pero su jacobinismo sigue sin habilitar un cambio en la cultura política española que dé pie a una verdadera democracia. La cuestion nacional sigue siendo la piedra de toque de ese cambio.

En todo caso, otro mundo es posible

Hoy, 6 de julio, la Cumbre del G-8 en Japón y todas las manifestaciones de protesta que se llevan a cabo en su contra evidenciarán un estado de las cosas ante el que, a lo largo y ancho del planeta, muchas personas consideran que hay que responder no sólo lanzando pirotecnia retórica al cielo, sino apuntando a los responsables y a los guardianes de ese estado de las cosas.

Para bien y para mal, el socialismo del siglo XXI está todavía en ciernes.

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