CRíTICA cine
«Bienvenido a Farewell-Gutmann»
Mikel INSAUSTI
Las relaciones laborales son ya una constante en el cine actual, preocupado por las tensiones entre la vida personal y la profesional. La empresa exige cada vez más dedicación de su tiempo al empleado, con la UE proponiendo las 65 horas de trabajo semanal. Películas como «Recursos humanos», «Smoking Room», «In Good Company», «El método Gronhölm», «El jefe de todo esto» o «Casual Day» diseccionan las nuevas servidumbres que los subordinados contraen con los directivos de las compañías que les pagan el sueldo. Los títulos mencionados responden a enfoques diferentes, pero hay una cierta unanimidad a la hora de señalar el problema de la dependencia económica como origen de los abusos. El capitalismo ha impuesto un nivel de consumo familiar que exige unos ingresos fijos, los cuales obligan a una sumisión a las directrices marcadas por la rama ejecutiva y los departamentos de selección de personal.
El joven realizador catalán Xavi Puebla pone el dedo en la llaga, al señalar que la base del control empresarial sobre las plantillas radica en la humillación sistemática. En «Bienvenido a Farewell-Gutmann» no se estudia o se analizan las capacidades del candidato al puesto o el ascenso, más allá de la acción meramente formal de rellenar unos formularios o completar unos test, sino que se le somete a una presión psicológica destinada a poner al descubierto sus debilidades y fallos, que en su momento serán debidamente utilizados para tenerlo totalmente supeditado y a expensas de la magnanimidad de sus superiores. Luego, se practica el divide y vencerás, creando enfrentamientos internos entre iguales, con tal de que sean competitivos y se eliminen los unos a los otros en la carrera por subir dentro del escalafón o no dejarse arrebatar lo conseguido. El compañerismo y la solidaridad no tienen cabida en esa guerra interesada de todos contra todos, máxime cuando las órdenes vienen siempre de arriba, sin que a tan abstracta entidad suprema se le pueda colocar un rostro humano reconocible contra el cual volverse.
Xavi Puebla ya mostró en su anterior «Noche de fiesta», una ópera-prima cortada por el patrón del trabajo de fin de estudios, una predilección por la situaciones cerradas que revelan la verdadera naturaleza del comportamiento humano. En aquella ocasión la excusa era una despedida de soltero, una celebración aparentemente frívola que derivaba hacia el drama. En su segundo largometraje el contexto es todavía mucho más opresivo, por cuanto la acción nunca sale de los pasillos y despachos de la empresa farmacéutica consignada en el título. A pesar de su supuesta inexperiencia, Puebla se revela un sólido maestro en el manejo de las atmósferas kafkianas, en función de una teatralidad plenamente justificada. En la oficina todos actúan y se comportan como si fueran observados por una cámara oculta desde que entran hasta que salen, y así lo plasma un magnífico reparto con interpretaciones sublimadas por un constante juego de espejos. El duelo entre Héctor Colomé y Lluis Soler parece sacado de «La huella», con el supervisor enviado de la central jugando al gato y al ratón con el ejecutivo aspirante a la dirección del departamento, el cual en el pasado llegó a ocupar dicho cargo pero lo perdió por culpa del alcohol, incapaz de retener a su mujer y la imagen de triunfador que creó especialmente para ella.
El ambiente desolador del conjunto debe mucho también a la banda sonora de Mikel Salas, que aplica la tirantez de la cuerda a la manera del hijo de Chabrol.
Dtor: Xavi Puebla.
Guión: X. Puebla y Jesús Gil Vilda. Produc: Jordi Domingo y Joan Girard.
Fotogr.: Jordi Domingo y Joan Girard. Música: Mikel Salas. Intérpr.: Ana Fernández, Lluís Soler, Adolfo Fernández, Héctor Colomé, Marta Novotna.. Género: Drama. Est. español, 2008. 104 mts.