Vivimos en el mundo al revés. Cada vez está más claro. Anteayer la fachongada más fachonga de Euskal Herria, que mora en Iruñea, volvió a provocar en medio de la mejor fiesta y para completar la provocación nos contaron la historia del revés, como si de un calcetín se tratara.

El editorialista de «Diario de Navarra» contaba a quien le quisiera creer que «son ya varios años poniendo dificultades y dinamitando el normal desarrollo de la procesión de San Fermín. Si el año pasado no se pudo completar el recorrido, cuando la corporación acompañaba al cabildo a la catedral en su regreso, lo de ayer fue una vuelta más tuerca de quienes se han empeñado en hacer de la procesión su segundo Riau-riau, es decir, persiguen su eliminación». Pues mira que a mí me gusta la procesión, con su santo, su arzobispo castrense, su Barcina...

Y ahora le toca cobrar a la de siempre: «El colmo de lo sucedido es tener que ver a una concejal de Pamplona jaleando a quienes faltan el respeto a la mismísima corporación municipal de la que forma parte. Y en un acto de representación oficial. Mariné Pueyo se equivocó ayer de bando. Su sitio estaba junto a los energúmenos -algunos con sus hijos pequeños a hombros- que destilaban odio por sus bocas, incapaces de respetar ni la representación democrática del resultado obtenido en las urnas, ni a los ciudadanos, cuya pretensión es vivir la fiesta y sus momentos. Tienen difícil encaje el quehacer democrático diario y la postura de esta concejal de ANV, cuya presencia voluntaria en la procesión no se entiende, dada su actuación». Energúmenos me parecieron a mí los uniformados que intentaron reventar la fiesta, procesión incluida.

Y se refería el editorialista a la multitud que abucheó al fascio: «Cuando esas gentes apostadas en la calle, con el insulto como argumento, llaman fascistas a los demás, deberían mirarse a sí mismos y calificar su actitud irracional. Debe de ser muy triste la utilización de jornadas festivas como la de ayer para expresar esa amargura nacida de la sinrazón». Antes no se avergonzaban de autodenominarse fascistas. ¿Se habrán arrepentido? ¿Habrán enterrado las camisas azules? ¿Y qué habrá sido de los correajes?