CRÓNICA 30 aniversario de los Sanfermines del 78
El recuerdo a Germán se transformó en un grito en favor de la verdad
El treinta aniversario de la muerte de Germán Rodríguez a manos policiales sirvió para aunar homenaje con reivindicación. Si en ocasiones anteriores la cita había sido la encargada de exigir la restauración de la estela que recuerda a Germán, el acto de ayer acabó siendo un grito en favor de la verdad, la justicia y la reparación.
Ander PEREZ
El mismo lugar en el que hace treinta años cayera muerto a manos policiales el joven Germán Rodríguez acogió ayer a cientos de personas que una vez más aunaron recuerdo y homenaje con reivindicación. De hecho, tal y como indicó desde la tarima un representante de la plataforma Sanfermines 78 Gogoan, «el olvido que nos quieren imponer no frena nuestras ansias de conocer la verdad». En un escenario marcado por la presencia de la recuperada estela que recuerda a Germán Rodríguez, el acto, más allá del recuerdo y el homenaje, acabó siendo el marco perfecto para la exigencia de la verdad, la justicia y la reparación.
Entre la multitud, cobró especial relevancia la presencia de dos familiares de Joseba Barandiaran, muerto en Donostia a manos policiales a los pocos días de la muerte de Germán Rodríguez, en uno de los múltiples actos de protesta que salpicaron la geografía vasca aquel julio de 1978. «Dos balas, dos jóvenes comprometidos, una misma sangre», fue la frase que en el día de ayer recordó a ambos jóvenes. Entre gritos de «Germán, Joseba, gogoan zaituztegu», Jose Miguel Barandiaran y Rosa Bolaños, familiares de Joseba Barandiaran, quisieron «extender el homenaje a todos los que han dado la vida por la libertad de este pueblo», lo que suscitó una repentina y entregada ovación de los asistentes.
Entre diferentes intervenciones los bertsos de Saioa Akaiza se hicieron eco del recuerdo a Germán y la reivindicación del esclarecimiento de lo acontecido en los sucesos de sanfermines de 1978. Tras ondearse la ikurriña, los representantes de la plataforma expresaron que «todo los amores tienen su poema, todas las luchas su canto de libertad, los amigos más preciados, un aurresku en su honor», lo que dio paso al tradicional baile a cargo de dos dantzaris, esta vez al ritmo de una orquesta. Entre los pasos de los dantzaris, diferentes personas depositaron ramos de flores ante la estela que marca el lugar de la calle Orreaga donde cayera muerto Germán Rodríguez.
De nuevo sobre el escenario, Sabino Cuadra y Presen Zubillaga, representantes de la plataforma Sanfermines 78 Gogoan, agradecieron a las diferentes personas y colectivos del movimiento popular su labor para la recuperación de la estela en recuerdo a Germán. Tras hacer una mención especial a Patxi Urrutia por su participación y entrega en los actos del 8 de julio, una nota acercó hasta Iruñea el mensaje del mahaikide encarcelado en Ocaña. En ella, Urrutia advertía de que «quienes asesinaron a los indios, envenenaron a los resistentes en Amaiur y mataron a más de 3.400 navarros en el 36, son los mismos que mataron a Germán», y señalaba su intransigencia a rendirse. El capítulo de agradecimientos se cerró con el reconocimiento a los más de 70 profesionales del Derecho que han suscrito un documento de denuncia y exigencia a la Administración por que la muerte de Germán Rodríguez nunca haya sido juzgada. Los representantes de la plataforma también quisieron reconocer el trabajo de Eguzki Bideoak en la realización del último documental sobre los hechos de 1978.
Tras la interpretación de la canción «Hilarria» a cargo del popular cantante navarro Fermín Valencia, la lectura del comunicado corrió a cargo de Piru Zabalza y Miren Egaña. Después de recordar lo acontecido aquel 8 de julio de 1978, señalaron que «durante este tiempo no han dejado de salir moratones, cardenales y erosiones» y afirmaron que «el mayor traumatismo producido se llama UPN. Surgió al poco tiempo de la agresión y sigue empeñado en convertir nuestra ciudad en una localidad profundamente conservadora, uniforme, gris y española». Tras afirmar que «deberían estar presentes personas que siempre han apoyado los ocho de julio pero que en contra de su voluntad hoy no lo pueden hacer al estar encarceladas por expresar libremente sus ideas», los lectores del comunicado incidieron en la importancia de la resistencia y apostaron por mantener «símbolos como la estela, ya que representan nuestra intransigencia al olvido». Una exigencia en forma de grito de «nunca más agredir al pueblo para obtener réditos políticos» dio paso a una pregunta lanzada al aire. «¿No existe en este sistema ningún tribunal, ninguna institución política capaz de reconocer la ignominia de aquellos sucesos, pedir perdón, sentar en el banquillo a los culpables y reparar el daño producido?», se preguntaron. Con todo, los lectores del comunicado advirtieron de que «no se puede construir absolutamente nada sobre el olvido, el silencio y la impunidad» y quisieron lanzar un «mensaje cristalino. Hay que luchar por la verdad, la justicia y la reparación».
Los asistentes al acto, puño en alto, cerraron el acto cantando «La Internacional» y el «Eusko Gudariak».
Silencio y manifestación
Germán Rodríguez pasó su última tarde en el tendido de la Plaza de Toros, así que allí tampoco podía faltar un recuerdo emotivo para el joven. Mientras se guardaba un minuto de silencio, se extendió en el tendido 7 un retrato del militante de LKI junto a un lema que recordaba que han pasado 30 años y no se ha hecho justicia.
Tras la corrida, a los peñistas se les unió gente de todas las edades para componer una manifestación formada por cerca de 3.000 personas. Tras pasar ante la Policía española, llegaron a la Delegación del Gobierno español, en la Plaza de Merindades, el punto en el que comenzó la carga que acabó con la vida de Germán Rodríguez, definido por los manifestantes como «la casa del terror». Luego bajaron hasta la estela situada en el lugar en el que perdió la vida, en la Avenida de Roncesvalles, donde se leyó un comunicado que contrastaba «la impunidad para los constitucionalis- tas y la negación para los vascos y vascas».
Los gritos de «Gora Euskal Herria askatuta» y «Gora Germán» fueron coreados masivamente por una manifestación en la que no faltaron las pancartas y las txarangas de las peñas, que al llegar al monolito entonaron el «que se vayan».
Y, como cada 8 de julio, otra cita multitudinaria fue la de la comida en favor de los represaliados políticos. Cientos de personas se reunieron en Berriozar para pasar un rato agradable y recordar sobre todo que en fiestas no estamos todos.