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Raimundo Fitero

Mitología inferior

Indurain ha sido siempre parco en palabras. Sus pulsaciones nunca se han disparado por tener delante un micrófono o trescientos, como le sucedía en sus tiempos de gloria ciclista. Forma parte de una mitología de rango inferior, precisamente por el hermetismo que le ha ido fraguando una imagen de esfinge, más que de un hombretón con un palmarés fuera de toda duda. Bueno, las dudas sobre el ciclismo son abultadas, multi-tóxicas y pluri-direccionales, ya sea sobre los resultados de hoy, como los de ayer, pero corramos un tupido manto de silencio para que nadie nos descubra los pies de barro de aquéllos que nos han hecho vibrar tantas tardes julianas.

Lo cierto es que, simplemente en los anuncios interminables que nos colocaban en las retransmisiones de los encierros de los sanfermines, Miguel Indurain tiene presencia perpetua. Se dedicaba a promocionar los productos de su tierra. Anuncios institucionales, es decir generalistas, vendiéndonos espárragos, monasterios o vinos, y en todos los casos demostrando que sus dones no son la comunicación ni la búsqueda de la empatía para convencer a nadie. Lleva años, muchos años, anunciando productos varios, pero seguramente está escrita una historia secreta de los directores, iluminadores, maquilladores y vestuaristas de esos anuncios, en la que se narrarán los sufrimientos de todos los equipos de grabación para conseguir esos treinta segundos con algún rasgo de intención para llegar a interesar a las audiencias.

Pero ahí lo tienen, más fondón que nunca, más rural, más parco en expresiones, vendiendo una idea de Nafarroa que se trasluce en la propia estética de esos anuncios, en las cortas frases expresadas, en los enfoques. Son más que anuncios, testimonios. Pero ese verbo menguado, esa liviandad sintáctica, cuando se trata de oler unas copas de vino se sublima por la verdadera mentira de la publicidad. En cambio, cuando esas palabras llevan opiniones sobre la propia carrera ciclista, entonces se nubla la tarde, estamos ante un campeón sin memoria, ante un hombre que cumplió un destino, sin apenas aplicar táctica o estrategia alguna. Y aburrido, muy aburrido. Un mito inferior a sus propias hazañas.

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