Martin Garitano Periodista
Júbilo en lugar de reflexión
Ala enésima desarticulación de una estructura de ETA le sigue, de forma indefectible, una cascada de reacciones de satisfacción. Volvemos, pues, a escuchar que cada vez los militantes son más jóvenes e inexpertos; que el tiempo que discurre desde el ingreso en ETA y en la prisión se reduce cada día que pasa; que así es como se hacen las cosas y no con precios políticos; que los integrantes de esa organización, como en el infierno de Dante, deben perder toda esperanza más allá de una condena penal que ya han transformado en perpetua. También volvemos a escuchar las palabras de aliento y felicitación a la Guardia Civil y el júbilo de quienes proclaman -también por enésima vez- el aislamiento y repudio social del independentismo vasco. Y los periódicos especializados en contrainsurgencia volverán a llenar páginas con nuevos organigramas, con nombres de guerra y perfiles cocinados en las oficinas más siniestras de los servicios de inteligencia.
Volverán, pues, por donde solían en su afán de animar a sus parroquias y volver a vender una novela que, como las de Marcial Lafuente Estefanía, resulta un calco de la anterior y de la anterior a la anterior. ¿Cuántos comandos o «complejos» han desarticulado? ¿Cuántas «cúpulas» desbaratado? ¿Cuantos «números uno» han caído? ¿Cuántos jefes del «aparato militar», de «logística», de «finanzas»? Y sin embargo, la realidad, terca, nos presenta otra imagen. Cuarenta años después de que un grupo de jóvenes se alzara en armas en demanda de libertad, el relevo generacional no se ha interrumpido ni un solo instante y, con los altibajos propios de esa clase de organizaciones, ETA sigue ahí, con su práctica armada, su propuesta política y una oferta que algunos creemos sincera para poner fin al enfrentamiento mediante las únicas armas que debieran ser efectivas en política: la negociación y el reconocimiento de los derechos de un pueblo que se resiste a ser asimilado hasta su anulación.
Mejor hicieran los que voltean campanas en reflexionar sobre todo eso. Aunque sólo sea para poner fin a tanto sufrimiento. El de todos.