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Fede de los Ríos

Cursos de estío que hastían

Curso de verano en la Universidad Pública Juan Carlos I. Título, «Ser cristiano en una sociedad secularizada». Coordinador: Antonio Cañizares, arzobispo de Toledo y primado de España. Ponente, José María Aznar.

Pide el pequeño hombre que los emigrantes respeten los valores cristianos de Occidente porque sin ellos, aduce, los pilares de Europa se resquebrajan y todo deviene en caos. Aboga por la defensa de la familia constituida por un matrimonio entre un hombre-hombre y una mujer-mujer. El hombre y su costilla, como promulgara Yahvé. La unión entre invertidos o invertidas «destruiría la fibra moral de Occidente», dice, con ese tono monótono y repetitivo que da voz a lo grotesco. Valores cristianos de Occidente, dice, aquellos que fueron una losa sobre el pensamiento durante más de mil años, que aún arrastramos. Odio al cuerpo y a su goce, moral judeo-cristiana defendida por tristes funcionarios al servicio de una España de olor a cera y sacristía, fruto de la vaginitis y la impotencia de una tal Isabel y un tal Fernando, tan católicos ellos. Otra vez la murga joseantoniana de la decadencia de Occidente; otra vez la pasión enfermiza por lo irracional. Y carga el pequeño hombrecito, de inmóvil bigote y melenita, contra Chomsky y Saramago por ser intelectuales «relativistas» que osan criticar las políticas de EEUU e Israel. Otra cosa sus amigos, los grandes pensadores Bush y Berlusconi. Contra el Islam, brama el cruzado abuelo de Pelayo, «que fue incapaz de abrir paso a la Ciencia para el desarrollo humano». Astronomía, matemáticas y agricultura, a la mierda de un plumazo. A Dios gracias, Inquisición y el Santo Oficio fueron un acicate para el pensamiento filosófico y científico.

A estos profesionales del hastío les votan diez millones de españoles. Otros doce a José Bono, participante también en los cursos de Cañizares y vástago católico de un falangista, que, a la muerte de Leopoldo Calvo Sotelo (la alegría de la huerta), sentenció con un «ha muerto un caballero español». Antes al menos existían dos Españas en pugna, ahora son siamesas con una sola protuberancia por cabeza la que nos hiela el corazón. «Nos odian por lo que somos, no por lo que hacemos» dijo Aznar. No corazón, por lo que sois, por lo que hacéis y porque los ruidos guturales que emitís son capaces de destrozar cualquier atisbo de inteligencia en cerebro humano.

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