Hablamos de ser un país referente en innovación. Algunos llevamos más de 10 años en ello y, de una u otra forma, poco a poco, parece que muchas de aquellas cosas que proponíamos empiezan a tener cierto eco social.

Cuando hace 8 años introduje el término «capital social» en Euskadi, la respuesta era: ¿y eso qué es, el capital de la empresa? Había que explicarlo: no, es la capacidad que tiene una región de generar valor a través de las redes de relación que tiene establecidas y de los actos que se desarrollan en las mismas. Tres años después comenzamos a trabajar el concepto del futuro del trabajo y de las clases creativas, hoy tan de moda gracias a Richard Florida, un académico norteamericano que creo un panel de indicadores para intentar medir la capacidad de atracción de talento de un territorio en función de su nivel de clase creativa, (talento, tecnología y tolerancia). Ahora ha añadido la T de territorio. Creo que en 2006 ya planteamos el concepto de sociedad creativa y del territorio y su capital social como clave.

Ahora organizamos la primera Escuela Internacional sobre Innovación Social, la primera que se organiza en el mundo, y lo hacemos en Donostia. Vienen más de 60 personas de todo el mundo, a debatir y compartir su conocimiento en un formato diferente de escuela, basado en la interacción y el trabajo en equipo. En nuestro país prácticamente nadie se hace eco, las autoridades, los medios... Está claro que necesitamos a otro Richard Florida que escriba algo sobre innovación social, para que todos hablemos de él, aunque nadie lo haya leído. Y aunque en este país haya unos pioneros que somos punta de lanza a nivel mundial en este campo, que publicamos, damos conferencias en el extranjero y somos promotores de la primera red mundial de innovación social SIX (Social Innovation eXchange), tendremos que resignarnos y esperar a que otros sean referentes para que la innovación social empiece a cobrar importancia. Como país habremos perdido otra oportunidad de ser referente internacional en innovación, y seremos capaces de traer al «Florida» correspondiente pagándole una fortuna para que nos cuente lo que ya hemos desarrollado aquí hace unos años (eso sí, en inglés y con traducción simultanea).

Hace unas semanas compartía una conversación con Juan Carlos Cubeiro y llegábamos a una conclusión: si no somos capaces de poner en valor lo que tenemos, difícilmente seremos referentes y obtendremos un retorno de nuestra inversión en conocimiento. Poner en valor es la clave. Es necesario que seamos capaces de valorar lo que tenemos y darle su justo valor, potenciarlo y hacerlo publico, fuera y en casa. Tenemos que romper el tópico de «nadie es profeta en su tierra» para que vengan desde fuera a contratar nuestro talento y nos convirtamos en exportadores de conocimiento. Entonces empezaremos a ser referentes internacionales.

Poner en valor implica desarrollar una marca, un concepto, unos valores y una forma de hacer las cosas. Siempre nos decimos lo mismo: somos buenos haciendo y muy malos vendiendo, tenemos a los mejores, pero... Pero no sólo hay que ser sino parecer, y ésta es la clave. En nuestro país no es lo mismo haber nacido en Otxandiano que en Boston, apellidarse Rivera que Riversides. Este mismo efecto lo podemos encontrar de forma inversa en Sudamérica, donde alguien que va desde la península tiene rápidamente el tratamiento de «doctorcito». Es posible que en el mundo de la innovación sigamos siendo un país en vías de desarrollo. Hasta que no seamos capaces de poner en valor lo que tenemos en casa no seremos referentes.

Mañana, lunes 28, comienza la primera Escuela Internacional de Innovación Social, la organizamos nosotros, en Euskadi, y viene gente de todo el mundo. Somos la referencia internacional. Sólo nos queda serlo en casa.