CRíTICA | Cine
«Yo serví al rey de Inglaterra»
Mikel INSAUSTI
Es emocionante asistir a la recuperación de un gran maestro del cine, tras largos años de inactividad. Con «Yo serví al rey de Inglaterra» regresa el mejor Jiri Menzel, el mismo que asombró al mundo cuarenta años atrás. Y lo hace tal como empezó, basándose otra vez en una novela de su amigo Bohumil Hrabal, al que su cine siempre ha estado íntimamente ligado, en los buenos y en los malos tiempos. Es como un retorno a los orígenes mediante una recreación de la primera mitad del siglo pasado, con especial atención para la ocupación nazi, al igual que sucedía en «Trenes rigurosamente vigilados», que en 1967 obtuvo el Óscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa. Si entonces el protagonista era un mozo de estación, ahora se trata de un camarero, un tipo también corriente al que los grandes acontecimientos históricos ponen a prueba. El relato se extiende asimismo a la posguerra, con la formación de una Checoslovaquia compuesta y bajo el control soviético, periodo que remite a su película de 1969 «Alondras en el alambre», obra máxima en la identifi- cación con la Primavera de Praga, y que permaneció prohibida durante veinte años hasta que la Berlinale la rehabilitó con todos los honores y un Oso de Oro. Allí, los personajes representaban igualmente los oficios de las clases populares, con el joven cocinero que se enamoraba de la condenada a trabajos forzados en una fundición del nuevo régimen.
La base del humor de Jiri Menzel siempre ha sido chapliniana, algo que se ponía de manifiesto en su obra de homenaje a los pioneros del cine checo «Los hombres de la manivela». En «Yo serví al rey de Inglaterra» se permite el lujo de incluir una secuencia en blanco y negro, donde utiliza los recursos cómicos del cine mudo, y que sirve para introducir los recuerdos del protagonista, cuando iniciaba su andadura vendiendo salchichas en los andenes de la estación. Se supone que la realidad de la que parte ese hombre ya maduro, que asume el papel de narrador, es amarga. Sin embargo, el factor nostálgico hace que la rememoranza de las anécdotas de juventud resulte divertida, tanto en cuanto Jiri Menzel es de los que prefieren mirar hacia atrás con ironía. Como comedia retrospectiva, «Yo serví al rey de Inglaterra» es la más felliniana de las películas de Menzel, porque está trufada de antológicas secuencias surrealistas. Aún así es posible que Fellini nunca haya hecho una obra tan total, en la que hay imaginativos efectos visuales a la hora de ilustrar el modo en que el dinero hace perder la razón de quien lo acumula, fantasiosas coreografías musicales dignas del Hollywood clásico, refinadas muestras de la fusión entre el erotismo y la gastronomía, sofisticados juegos de espejos, estrambóticas parodias militares y un sinfín de pasajes vodevilescos que ofrecen una imagen del carácter checo, alegre y nada convencional.
Respecto a la increíble caracterización que Ivan Barnev hace del protagónico Jan Dite, sobre todo en lo relativo a su paralelismo con Hitler, hay que admitir que está en deuda con Chaplin, pero no deja de sugerir el estilo interpretativo del joven Polanski en sus primeros cortos humorísticos de los años 60. Los gags que Menzel crea a partir de la baja estatura del ambicioso camarero son geniales, no digamos ya en el episodio con el Emperador de Abisinia, quien, por su estatura de pigmeo no alcanza a condecorar al gigantesco maître del hotel París de Praga, situación que es aprovechada por nuestro pícaro para hacerse con la banda y la medalla.
Título original: «Obsluhoval jsem anglického krále».
Dirección: Jiri Menzel.
Intérpretes: Ivan Barnev, Oldrïch Kaiser, Julia Jentsch, etcétera.
País: República Checa.
Género: Comedia histórica.
Duración: 118 minutos.