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Crónica | «Minitornado» en el estado francés

En treinta segundos, el viento se llevó tres vidas y mucho más

Un pequeño tornado recorrió la noche del domingo el norte del Estado francés, cobrándose tres vidas humanas, un hecho inhabitual en esta zona de Europa. La pequeña localidad de Hautmont fue la que más sufrió el embate. Al amanecer la desolación era patente entre las personas que resultaron más afectadas.

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Etienne BALMER Periodista (AFP)

Tres personas resultaron muertas y nueve heridas de distinta consideración al desplomarse sus viviendas como consecuencia del paso de un tornado sobre Hautmont, un pueblo de 16.000 habitantes ubicado en la frontera con Bélgica, a unos 90 kilómetros al sudeste de Lille.

Los cuerpos de una pareja -el hombre tenía el cargo de adjunto del alcalde- y el de una mujer de edad fueron hallados entre los escombros. Otras nueve personas resultaron heridas, dos de ellas graves en una localidad vecina, según el balance provisional de la Prefectura del departamento de Nord. Además, un vecino de Hautmont de 76 años se suicidó con un arma de fuego tras ver su casa arrasada.

Cerca de 200 bomberos y 50 agentes policiales fueron movilizados durante toda la noche tras las fuertes lluvias y tempestuosos vientos que se registraron hacia las once de la noche del domingo, que provocaron importantes daños en torno a un eje de diez kilómetros, entre las localidades de Maubeuge y Boussières-sur-Sambre.

Hautmont fue la más afectada, con decenas de casas muy dañadas, algunas de ellas totalmente destruidas. Tejados que han desaparecido literalmente, paredes aplastadas, árboles y tendidos eléctricos arrancados, y automóviles volcados. Elementos que componían la imagen que podía observarse al amanecer.

«Estimamos en 700 el número de viviendas que han sufrido distintos desperfectos en los pueblos afectados, de ellas 200 habrían quedado inhabitables», explica Suzanne Thiéfaine, adjunta al alcalde de Hautmont.

«Hubo un estruendo sordo, como un bombardeo», relata a la agencia France-Presse Erick Filleur. «Mi mujer estaba viendo la televisión cuando, de repente, mi hija lanzó un grito; un momento después -prosigue-, la persiana estalló y una parte de nuestro tejado salió volando».

Samia Sayah temió por la suerte de su hija de 7 meses: «La cama del bebé volcó con el viento dentro de la habitación». La niña está sana y salva; Sayah sólo tiene que lamentar la destrucción de su vehículo.

«De pronto, las ventanas de mi apartamento explotaron, yo me tumbé, creía que iba a morir», comenta Mustapha Ride, vecino del mismo barrio.

Llega la calma

Una vez que la calma regresó a la zona, los habitantes de Hautmont salieron de sus casas, en medio de la oscuridad, para recoger noticias de sus allegados y conocidos. Por las calles devastadas, entre cascotes, tejas y latas, un centenar de personas deambulaban con aire de estar «voladas» todavía. Tomaban fotografías de las ruinas al tiempo que observaban el ir y venir de decenas de bomberos.

Algunos incluso montaron guardia ante sus casas mientras los bomberos, provistos de palas y acompañados de perros, excavaban las ruinas en busca de posibles víctimas que hubieran quedado enterradas.

En el sótano del centro cultural del pueblo se montó un puesto de acogida y alojamiento urgente. Voluntarios de Cruz Roja repartían allí bebidas calientes, galletas y mantas entre una decena de personas de avanzada edad y entre varias familias que habían llegado buscando refugio tras la aciaga noche que nunca podrán olvidar.

Una de ellas, Andrée Fouquet, de 61 años, tiene el brazo derecho escayolado y las dos manos vendadas. «Recibí impactos de los cristales de la puerta corrediza; me caí al suelo y me protegí con el brazo», recuerda esta mujer.

Tras una breve estancia en el centro hospitalario en el que le hicieron las curas, acudió en busca de ayuda al centro de acogida acompañada de su madre, de 82 años y viuda, y de su tía de 81, ya que la casa en la que vivían ha quedado totalmente destruida.

«Trabajamos toda una vida y, después, en treinta segundos no tienes nada», murmura Fouquet al reflexionar sobre lo sucedido apenas doce horas antes.

 

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