Raimundo Fitero
El pícaro suizo
Los noticiarios se llenaron con unas imágenes de los Mossos d'Esquadra que se van a convertir en el prototipo del ridículo policial. Poner las cámaras de televisión, los helicópteros, los perros, los potentes 4x4, decenas de números desplegados por montes, vaguadas y riberas para buscar a un curioso personaje supuestamente desaparecido cuando hacía varios días que la Interpol había confirmado su presencia en Ginebra, forma parte de los anales de la ineficacia, del desafuero, de la utilización de los uniformes como elementos propagandísticos al servicio de intereses tan extraños como es un restaurante, encabezado por uno de esos cocineros que han logrado convertir el humo en oro.
La verdad sea dicha: el caso de este hombre suizo, de profesión mensajero, que había decidido hacer un viaje gastronómico por los sesenta y ocho restaurantes del mundo que han sido condecorados con la publicidad de las tres estrellas Michelín, era entretenido. Por lo extravagante del caso, porque no se trataba de un millonario, sino de un supuesto trabajador de mensajería que había ahorrado para darse ese gusto tan caro. Pero llega a El Bulli, que es su restaurante número cuarenta y tras comer dice que sale al coche a buscar unas tarjetas y desaparece. Se va, ahí está el interés de los Mossos en buscarlo, sin pagar la cuenta que asciendió a doscientos cuarenta euros, es decir, una buena comida, que intentaba le saliera por la cara.
Este caso ha salido en al prensa y la televisión constantemente. Con cierta distancia, con papanatismo, con vitola de noticia de verano pero cuando apareció el despliegue policial, tomó otro vuelo, un vuelo que ha llevado a estrellarse a un cuerpo policial que no anda, precisamente, sobrado de reconocimiento ni buenas prácticas, sino más bien todo lo contrario, parece haber heredado todos los vicios de las policías menos desarrolladas democráticamente, y ahora mismo son el hazmerreír del mundo entero. El suizo gourmet está en Suiza, su libreta en El Bulli, al igual que su cuenta por pagar. ¿Le invitará Ferrán Adriá por la publicidad añadida que le ha proporcionado? Se acabó el caso del pícaro suizo, ahora somos olímpicos.