Inyecciones y aspirinas para las «subprime»
El 9 de agosto de 2007, hoy hace exactamente un año, el Banco Central Europeo y la Reserva Federal de Estados Unidos tomaban una decisión sin apenas precedentes: inyectar 171.000 millones de euros a los mercados para evitar un colapso financiero de orden mundial. Los árbitros de la política monetaria internacional ponían así la venda a un sistema que sangraba abundantemente por una herida hasta entonces poco conocida: las hipotecas subprime. De la noche a la mañana, este modelo crediticio, por el que las entidades financieras concedían préstamos de alto riesgo a intereses desorbitados, era señalado como agente catalizador y también responsable esencial de la profunda crisis económica que hace un año asomaba y hoy es una realidad de la que ya nadie duda.
En estos doce meses, los organismos monetarios internacionales no han dudado, tras aquella brutal inyección inicial, en repetir copiosas transfusiones para salvar del abismo a los mercados, cuando éstos lo han requerido. Sin duda, unos cuidados de lujo para un enfermo de lujo. Pero la contaminación de las subprime no sólo atacó al prestamista: millones de familias que firmaron esas hipotecas «basura» han sido arrastradas sin piedad a la quiebra, especialmente en Estados Unidos. Para ellos no ha habido inyecciones. Si acaso, aspirinas.