El polvorín del Cáucaso
Rusia y Georgia convierten Osetia del Sur en un escenario de guerra
Los cruentos combates en la capital, Tskhinvali, tomada ayer por las tropas georgianas tras quedar roto el alto el fuego decretado unas horas antes para impulsar el diálogo, y en otros puntos de Osetia del Sur dejaron centenares de muertos -podrían ser miles-, la mayoría civiles. Rusia, que acudió en defensa de sus «compatriotas» surosetos, bombardeó Georgia.
GARA | TSKHINVALI
La escalada de tensión protagonizada en los últimos meses por Rusia, Georgia y la autoproclamada independiente Osetia del Sur estalló ayer con el ataque protagonizado por fuerzas georgianas contra la capital oseta, Tskhinvali, en un bombardeo que destruyó la mayor parte de la ciudad y dejó, según las autoridades surosetas, más de un millar de víctimas mortales. En respuesta al ataque, el Ejército ruso bombardeó e invadió posiciones georgianas, causando también la muerte de una treintena de civiles, según Tbilissi, que ha acusa a Moscú de prestar apoyo económico y militar a los separatistas osetos a través de sus «fuerzas de paz» desplegadas en la zona del conflicto.
La reunión extraordinaria de la OSCE, celebrada de urgencia ayer tarde en Viena, reflejó las posiciones contrarias de Moscú, que aseguró que no está en guerra con Georgia, y de Tbilissi, que pidió ayuda a la comunidad internacional.
Durante la mañana de ayer, el presidente georgiano, Mijail Saakhasvili, anunció la «liberación» de la mayor parte de la capital oseta tras una operación militar en dos fases: una primera con disparos de artillería desde las posiciones georgianas en la frontera común, y la segunda con una serie de bombardeos aéreos realizados por aviones Su-25 de fabricación soviética. Las autoridades del país sostuvieron que el objetivo de la ofensiva militar era el restablecimiento del «orden constitucional» y de la «paz».
Al menos doce efectivos del contingente ruso y 1.400 osetos, la mayoría civiles, según su presidente, Eduard Kokoyti, podrían haber muerto en esta ofensiva sobre puntos estratégicos. Además, otros 150 efectivos de las «tropas de paz» rusas desplegadas desde hace más de quince años en la zona del conflicto habrían resultado heridos.
La capital suroseta, de apenas 35.000 habitantes, quedó «prácticamente en ruinas» debido a los ataques de la aviación y la artillería georgianas. «Muchos edificios están en ruinas. Falta agua, no hay electricidad ni luz y apenas funciona la comunicación telefónica», indicó Kazbek Friev, comandante oseto.
En declaraciones a la BBC, Anna Nelson, portavoz de la Cruz Roja Internacional, subrayó que habían recibido informaciones de que el hospital de Tskhinvali tenía problemas para atender la cascada de pacientes y que las ambulancias tenían serias dificultades para trasladarlos.
Irina Gagloyena, funcionaria de la Administración oseta en la capital, denunció con dureza los bombardeos. «Virtualmente, toda la población está en refugios, yo incluida. Han empezado a medianoche y apenas han parado un minuto. ¿Puedes oírlos? Son misiles. Todas las ventanas están rotas. Los 35.000 residentes de nuestra capital se han convertido en rehenes del fascismo de Georgia».
Las autoridades de Tbilissi anunciaron la apertura de un corredor para permitir a mujeres y niños y ciudadanos «pacíficos» abandonar la capital, pero al mismo tiempo bombardearon una caravana de ayuda humanitaria procedente de Osetia del Norte y en la que viajaba su presidente, Teimuraz Mansurov, que salió ileso del ataque.
Contraofensiva
En respuesta al ataque de Georgia y ante el avance de las tropas georgianas, Rusia ordenó el bombardeo de posiciones georgianas en la frontera, así como el desplazamiento de más de un centenar de carros de combate, blindados y piezas de artillería con destino a Osetia del Sur, y, por otro lado, la llamada a filas de una parte de la 58 división del Ejército ruso, en ruta a Tskhinvali para defender a sus tropas de paz.
Tras los primeros combates, los soldados rusos parecían controlar «una parte» de la capital oseta, mientras fuentes de su Gobierno hablaban de la retirada de las fuerzas georgianas de algunas posiciones de Tskhinvali, ante el avance de los rusos.
Sin embargo, después de la entrada de los tanques rusos, Tbilissi aseguraba que seguía teniendo el control de casi todo el territorio.
Por lo que respecta a la ofensiva en Georgia, Saakhasvili denunció una «operación militar rusa a gran escala» contra su país. Por ese motivo, y en una declaración televisada, el presidente llamó a la movilización de todos los reservistas de entre 25 y 40 años, con lo que su Ejército obtuvo un refuerzo de 100.000 efectivos, e incluso se anunció el retorno de la mitad de los dos mil soldados enviados a Irak.
Poco antes, el Ministerio georgiano de Interior había asegurado que tres cazabombarderos rusos habían entrado en su espacio aéreo y bombardeado una comisaría de Policía cerca de la ciudad de Kareli y una posición cercana a Gori, al sur de Osetia. Además, tres personas murieron en el bombardeo ruso contra el aeródromo militar de Maneuli, al sur de Tbilissi. Las baterías aéreas y los pilotos georgianos afirmaron haber derribado cuatro cazas, versión negada por Moscú.
Por parte rusa, su presidente, Dmitri Medvedev, declaró su intención de defender la seguridad de sus compatriotas -el 90% de los habitantes de Osetia del Sur tienen ciudadanía rusa- y acusó a Georgia de violar el derecho internacional al haber agredido a Osetia de Sur.
Subrayó que no permitirá la «muerte impune» de ciudadanos rusos y advirtió de que «los culpables serán castigados», en la misma línea de lo manifestado por su mentor y predecesor en el cargo, Vladimir Putin, desde los Juegos Olímpicos.
El ministro ruso de Asuntos Exteriores, Seguei Lavrov, afirmó, por su parte, haber recibido informaciones sobre «limpieza étnica» en algunas aldeas surosetas por parte de las fuerzas georgianas, mientras que el presidente suroseto, Eduard Kokoyti, calificó la situación como «el tercer caso de genocidio del pueblo oseto por parte de Georgia».
Desde Tbilissi se considera que el verdadero motivo de la actuación de Moscú es impedir que Georgia se adhiera a la OTAN en un futuro próximo, lo cual es visto con profunda suspicacia por Rusia, que no desea tener a un integrante de la alianza junto a sus frontera y habría utilizado el bombardeo sobre Tskhinvali como pretexto para invadir Georgia y proteger así sus intereses en la antigua república soviética.
«Ésta es una agresión directa de Rusia (...) estamos sufriendo por la libertad, queremos ser una democracia multiétnica», afirmó Saakhasvili. «Estamos en una situación de legítima defensa contra nuestro grande y poderoso vecino. Somos un país de menos de cinco millones de habitantes y, desde luego, nuestras fuerzas no son comparables», añadió. Por eso, solicitó ayuda a EEUU y al mundo para hacer frente al Ejército ruso, aunque los efectivos estadounidenses desplazados en Georgia no habían intervenido en los enfrentamientos.
Saakhasvili, principal aliado de EEUU en el Cáucaso, acusó a Rusia de «llevar a cabo una agresión abierta sin precedentes, que supone un desafío para el mundo entero» y agregó que «si hoy no detenemos a Rusia, mañana sus tanques pueden estar en cualquier ciudad europea».
Los llamamientos al fin de las hostilidades y a la reanudación de las negociaciones se sucedieron a lo largo del día de ayer, al tiempo que se multiplicaron las gestiones diplomáticas internacionales para detener los combates. A un lado y otro del Atlántico, EEUU y la Unión Europea, así como la OTAN, expresaron su apoyo a la unidad territorial de Georgia e instaron al «inmediato» fin de la violencia.
Las autoridades de Abjasia desplegaron ayer sus tropas en la frontera con Georgia por temor a ser objeto de un ataque similar al llevado a cabo contra Osetia del Sur, ambos territorios independientes de facto de Georgia.
El presidente de Georgia, Mikhail Saakashvili, en su «mensaje a la nación» por televisión; en el despacho estaba colocada la enseña de la UE. El presidente ruso, Dimitri Medveded, reunió a su Consejo de Seguridad en el Kremlin.
Osetia del Sur se autoproclamó independiente de Georgia, pero este estatus no ha sido reconocido por ninguno de los países miembros de la ONU. Osetia del Sur comprende 4.000 kilómetros cuadrados de territorio y su frontera se encuentra a 100 kilómetros al norte de la capital georgiana, Tbilissi.
El movimiento separatista de Osetia del Sur cobra especial importancia tras la caída de la URSS. Desde 1922, Osetia era considerada un «oblast» (unidad administrativa con relativa autonomía) dentro del conjunto de repúblicas soviéticas. En setiembre de 1990, declaró su autodeterminación, rechazada públicamente por Georgia en diciembre.
El subsiguiente conflicto armado (enero de 1991- junio de 1992) entre fuerzas rusas y separatistas osetos contra la Guardia Nacional Georgiana se cobró las vidas de unas 3.000 personas.
Tras la declaración de alto el fuego el 14 de julio, hubo que esperar tres años antes de la firma de un «memorando de entendimiento».
Desde entonces y hasta el conflicto de esta semana, Georgia ha impuesto duras restricciones para contener el contrabando de bienes en la región, uno de los pilares de la economía local y, en el terreno político, el presidente de Georgia, Mijail Saakashvili, ha propuesto un acuerdo de paz definitivo en el que Osetia del Sur gozaría de «un amplio grado de autonomía» dentro de un Estado federal.
Un plebiscito realizado en Osetia del Sur el 13 de noviembre de 2006, con un índice de participación del 91%, aprobó mayoritariamente (el 99% de los votantes) la independencia respecto de Georgia y la unión con Osetia del Norte y la Federación rusa.
Rusia tiene intereses particulares en la región, donde la práctica totalidad de los residentes cuentan con pasaporte ruso, y emplean el rublo como moneda de cambio. El gigante gasístico estatal ruso, Gazprom, construye actualmente nuevos gaseoductos e infraestructuras relacionadas por valor de 640 millones de dólares, y dos tercios del presupuesto anual de Osetia del Sur (unos 30 millones de dólares) proceden directamente de las arcas de Moscú.
En la región hay, además, una «fuerza de paz» de 1.500 efectivos (rusos, georgianos y norosetos) para gestionar la tregua. No obstante, Georgia acusa a las fuerzas rusas de aliarse con los separatistas, algo que Moscú niega tajantemente.