A quien todavía crea que lo de la eclosión del nuevo cine rumano es un invento de la crítica, le recomiendo encarecidamente que vea «La muerte del Sr. Lazarescu», la más terrible disección que se haya hecho jamás sobre los servicios sanitarios. Hay quien opina que es una comedia negra de desarrollo kafkiano, tal vez por una comparación superficial con «After Hours» («Jo, qué noche»), de Martin Scorsese. Pero lo que cuenta es mucho más terrorífico, pues no deja de ser la fiel representación del drama diario que se vive en los hospitales y demás centros asistenciales. No es ninguna casualidad que el señor del título se llame Dante, después de comprobar el purgatorio por el que pasa durante las dos horas y media que dura la película, convirtiendo lo que podía haber sido una tranquila muerte en su casa en una interminable agonía, todo por haber llamado a una ambulancia cuando empezó a sentirse mal. El señor Dante Lazarescu es tratado peor que un animal camino del matadero, o esa es la impresión que queda al término de la proyección. Después de ser llevado en su camilla de un hospital a otro, como si de un bulto molesto se tratara, incluso le dan la puntilla, porque no se puede calificar de otra manera el momento clave en que un médico le hace firmar, aprovechando que se encuentra medio inconsciente, un documento en el que exime de toda responsabilidad al personal sanitario que le atendió antes de morir. No es de recibo que los servicios de urgencia de una gran ciudad con la población de Bucarest queden colapsados por un accidente de tráfico, por muy múltiple que sea. Es de destacar la tensa y agobiante utilización que hace del tiempo real Cristi Puiu, quien se confiesa hipocondríaco y parece querer tomar la revancha contra los «matasanos», en una actitud que le garantiza la identificación del público. No duda en utilizar la cámara en mano para conseguir, en sus recorridos por los pasillos de los hospitales, una sensación mareante.