¿Una Carmen fiel al original?
Mikel Chamizo
Es algo bastante habitual en el mundo de la ópera que los directores de escena intenten justificar sus peculiares puntos de vista apelando a una supuesta fidelidad hacia el espíritu original de la obra. Probablemente, el titular de los periódicos para esta ópera será «Una Carmen fiel al original», «Una Carmen sin folklore» o alguna cosa parecida, ya que Joel remarcó que su intención era la de erradicar de esta ópera «el mal folklore de abanico y peineta» y buscar el espíritu original de Bizet. Cuando un periodista le preguntó a Joel si renegar de esa visión folklórica no es precisamente traicionar el espíritu original de «Carmen», Joel respondió que dudaba mucho que el espíritu de «Carmen», una ópera puramente francesa, tenga nada que ver con todo eso.
Pero la verdad es que «Carmen», una ópera de éxito internacional, fue un agente importantísimo en la creación del casticismo español y de toda esa imaginería tópica en torno a lo ibérico, con sus bandidos, sus toreros y sus gitanas hechiceras. Todo eso era algo insignificante en la cultura española hasta que la moda de la «España exótica» fue exportada desde París a mediados del XIX. El baile flamenco, por ejemplo, tuvo su germen en la capital francesa y no fue hasta finales de 1880 que se creó la primera escuela de flamenco en España -«Carmen» se estrenó en 1875-.
Cualquier lector interesado en estos tema debería leer el esclarecedor libro del más reputado experto en flamenco del mundo, Gerhard Steingress, con el significativo título «Y Carmen se fue a París».