Traicionando el nombre de este apartado, apagué durante unas horas el electrodoméstico esencial -creo que así llama a la tele Raimundo Fitero en la antepenúltima del periódico-, y me fui a tomar el aire con la familia. Día festivo y lluvia son dos conceptos que suelen coincidir, así que el plan elegido consistió en ir a las piscinas de Anoeta. Hay una de 25 metros. Y otra de 50 en plan profesional, con ocho calles y esas cosas. ¿Se han puesto alguna vez en el pedestal desde el que se salta y han mirado hacia el otro extremo? Poseído por el espíritu de Beijing, me lancé como un valiente. Con mi patético estilo casi me ahogo antes de completar un largo. Así que me fui a la de 25 metros, donde cubre hasta el pecho, y me dediqué a salpicar mientras le decía a mi hija de tres años: «Begira aitatxo, Phelps bezala». Se partía la caja. Afortunadamente, no me vio en la grande. Por si le da por comparar con los de la tele.