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Xabier Silveira Bertsolari

Lluvia de estrellas

Levanté la mirada y la banderola en casa de Haritz me refrescó el recuerdo de cientos de estrellas que apagan el infierno, y que no llueven ni lloran, luchan; estén donde estén

Desde crío me molan los Juegos Olímpicos, no «olimpiadas», término éste que se utiliza incorrectamente, pues olimpiada es el tiempo que pasa entre unos juegos y otros, o sea, cuatro años, y no los Juegos Olímpicos en sí. Me molan, quiero decir, para verlos por televisión; me copian, ¿verdad? Pues bien, asqueado de comerme los Juegos Olímpicos éstos de las estrellas con natillas, me dio el arrebato de hacer deporte de riesgo y, tomando el mando en mis manos, lo hice; en un derroche de energía completamente inusual en mí, cambié de canal y puse un parte de esos que emiten en todos los canales de TDT -partes de guerra, ya los habrán visto, Intereconomía, Canal 6 Navarra, La sexta, Localia en todas sus vertientes...- y tuve la gran suerte de informarme sobre un acontecimiento único, impresionante, lo puto más, que dice la chavalería. Lluvia de estrellas, decía, en este caso la presentadora, con cara de «yo estudié periodismo» a la vez de trasladarme la sensación de que «te ha tocado la lotería y no te has enterado». De cuatro a seis, decía la estudiosa, que no empollona, diferenciemos las tendencias, de cuatro a seis lluvia de estrellas. Y ahí estuve, al pie del cañón, yo y mis natillas de campeón, al son de porros que cantaban esa que dice: «a mí me daban dos». Y cucharilla en mano, como el que exige «dame p'a gastar», esperé viendo a gure ordezkariak que los llaman en EITB y derivados, unos en piragua y otras al hockey, que aunque de hierba, con ropa roja y amarilla sabe fatal. ¿Y luego un payasete escribe en castellano y es un hijodeputa? Guay, vamos, guay. Gracias a Dios que, por cierto, existe, como también existe la Virgen, que es más buenaaaa... ¡Ay, qué buena es la Virgen! ¡Es la mejor! ¡La amo!

Pero a lo que íbamos, no nos perdamos. Gracias a Dios la noche de la lluvia de estrellas estaba solo, si es que es estar solo que, además de las cuatro voces de todos los días, te estén hablando la locutora de gimnasia rítmica, la comentarista experta y los jueces chinos de fondo. Pues créetelo, en esa soledad tan concurrida y harto de escucharlas en Bertsoa punto com, salí al balcón dispuesto a empaparme de estrellas que estaban al llover. Fue salir y estrellarme. La furgoneta blanca que aparcaron hace alrededor de diez días en frente del portal sigue ahí, quieta, vigilante, como si tuviera ojos o al menos fuera capaz de ver. Levanté la mirada y la banderola en casa de Haritz me refrescó el recuerdo de cientos de estrellas que apagan el infierno, y que no llueven ni lloran, luchan; estén donde estén. Y ahí el viento me repitió las palabras que al preguntarle a Ibon por su familia -castigada hasta el límite por el fascismo español- él susurró en mi oído pocas caladas antes: «Batzuk sufritzeko jaio gaituk eta sufrituko diagu. Baina baita beste batzuk ere».

Pues la olimpiada entre esas palabras y este artículo se resume en esta frase que le escuché a mi mejor amigo: «Ja ezin dut idatzi sentitzen dudana, debekatua dago. Baina hain argi daukat, berdin zaidala ez idaztea». Y menos mal que me encontré perdido en estos pensamientos, porque la lluvia esa de estrellas resulta que es la basura espacial que no saben qué hacer con ella y... A fin de cuentas, por eso es tan bonito el río. Zorionak Saunitx!

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