Cuesta entender que una televisión de titularidad pública, por mucho que se disfrace de corporación, por mucho que tenga estatus de televisión comercial, se atreva a colocar en horario de máxima audiencia un programa que no es otra cosa que un Karaoke. Pero un karaoke de bajísima intensidad, con mucho grito por parte de su presentador, el cada vez más afectado, desfasado, descontrolado Carlos Sobera, y un despliegue de medios técnicos dignos de mejor uso. Solamente puede suceder en un ente tan contradictorio como RTVE, que entre el programa-marco, y el marco-programa de sus dirigentes, están alcanzando las más brillantes cuotas de lo imposible. Están cubriendo los JJ.OO. lo que les va a dotar de unos buenos resultados de audiencia, pero a un coste desmesurado.

Igual de desmesurado se nos antoja el coste del engendro que se llama «Canta! Singstar», lo emite la primera estatal y es indescriptible, porque en otra cadena generalista, privada, hay un programa en donde la orquesta toca en directo acompañada de unos cantantes todo terreno que enfilan la canciones, y los concursantes deben acabar las estrofas, sin ayuda de los subtítulos, por lo que entramos en un territorio abonado para el desfase, la lujuria del grito desmedido, la inconsistencia de la afición al gorgorito mezclada con la pasión o adicción a aparecer en las pantallas de televisión.

De nuevo nos encontramos ante un producto televisivo mal diseñado, mal concebido, mal presentado, que se lanza al aire buscando un tipo de telespectador que no existe o está a esas horas en las terrazas tomando tinto de verano. No tiene nivel ni en su estructura ni en sus formas. La sobreactuación de Sobera transmite unas sensaciones que van desde el pasotismo a la crispación, pero que solamente parecen contribuir a mantener un falso buen ritmo. Con todo ello, lo único que podemos desear al programa es que acabe pronto. Y que devuelvan el dinero los responsables de este desacierto. El equipo de programación de TVE lleva un porcentaje de errores fuera de la lógica. ¿No serán unos infiltrados de la competencia?