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Eskoriatza recuerda con una exposición a José Arana, inventor de la Aste Nagusia de Donostia

El Museo Ibarraundi de Eskoriatza conmemora con una exposición el centenario de la muerte de José Arana, aquel emprendedor empresario a quien se debe, entre otras cosas, la Semana Grande de Donostia.

GARA | ESKORIATZA

José Arana (Eskoriatza, 1839-Donostia, 1908) fue un empresario que sin duda dejó huella, sobre todo en su localidad natal y la capital guipuzcoana, que precisamente despide hoy la Semana Grande que él «inventó», pero también en Madrid, donde rigió a lo largo de un lustro la programación del Teatro Real.

Con ocasión del centenario de su fallecimiento, el Museo Ibarraundi acoge una exposición que, a través de fotografías, grabados y carteles, repasa su biografía. También permite entrar en un despacho de la época o acceder al testamento de Arana, realmente generoso para con su pueblo natal.

José Arana nació en una familia humilde. Siendo todavía un chaval, la necesidad hizo que marchara a Madrid, a trabajar como dependiente en la tienda de ultramarinos de un pariente. Allí estuvo durante un tiempo hasta que, cuando contaba veinte años, un golpe de suerte cambió su vida: ganó el gordo de la lotería de Navidad.

Gracias a la lotería

Aquello le permitió regresar a Gipuzkoa. Se instaló en Donostia, donde abrió su propia tienda de ultramarinos y, poco después, un despacho de venta de entradas para espectáculos, especialmente taurinos.

En 1875, la plaza de toros de Donostia, situada en el barrio de San Martín, ardió. José Arana se comprometió entonces a levantar una nueva, cosa que hizo en Atotxa, en un plazo increíblemente corto: 6 meses. El nuevo coso se inauguró en el verano de 1876 y, para publicitar sus corridas, Arana acuñó el slogan «Semana Grande». El programa, al principio exclusivamente taurino, creció en años posteriores con conciertos y fuegos artificiales. Aquello fue el embrión de la actual Aste Nagusia.

Arana no se limitó a organizar corridas; participó en otras muchas iniciativas, como la construcción del Frontón Beti Jai (1893), que transformó años más tarde en el Teatro Circo de la Zurriola, o el Circo Ecuestre. También fue el promotor de conciertos en los que participaron grandes figuras de la época, como Gayarre o Sarasate.

Con el cambio de siglo, sin dejar sus negocios en Gipuzkoa, se instaló en Madrid, donde abrió una tienda de comestibles de lujo y un establecimiento de banca. Además, en 1902, después de haber dejado atrás la gestión de la plaza de Atotxa -sustituida ya por la del Txofre-, se hizo cargo del Teatro Real de Madrid, al frente del cual estuvo a lo largo de cinco temporadas.

Arana murió en Donostia, el 5 de diciembre de 1808. En su testamento, legó una generosa cantidad para su pueblo natal, lo que permitió ejecutar una nueva traída de aguas, edificar las escuelas y el asilo-hospital.

Sendas calles recuerdan hoy, en Eskoriatza y Donostia, a José Arana, pero en su pueblo natal consideran que no es suficiente. De ahí que, con ocasión del centenario, hayan organizado una exposición, de momento, temporal, aunque no descartan que, más adelante, pueda hacerse algo de carácter más permanente.

MAUSOLEO

José Arana yace en Eskoriatza, en el mausoleo de mármol blanco que erigió para él su amigo, el destacado escultor Mariano Benlliure. Con ocasión del centenario ha sido rehabilitado.

PROMOTOR

Arana promovió corridas de toros, partidos de pelota, conciertos y, en realidad, todo tipo de espectáculos. Entre 1902 y 1907 se hizo cargo del Teatro Real de Madrid.

Ficha

Exposición: «José Arana».

Lugar: Ibarraundi Museoa, Eskoriatza.

Fechas: Hasta el 19 de octubre.

Visitas: De martes a viernes, de 9.00 a 14.00; sábados, de 17.00 a 20.00; domingos y festivos, de 12.00 a 14.00 y de 17.00 a 20.00.

Al calabozo, por vender entradas de sol y sombra para las corridas de toros nocturnas

En la biografía de José Arana, aparte de que le tocara el gordo en la lotería, no es difícil encontrar hechos que, como mínimo, hay que calificar como fuera de lo común.

Por ejemplo, Arana fue el primero que organizó una corrida de toros nocturna, alumbrada con luz artificial. Lo hizo en el año 1886, en su plaza de Atotxa, y, por cierto, terminó en el calabozo, porque, a pesar de que la corrida era nocturna, había vendido asientos de sol y sombra, lo que provocó la denuncia de algunos espectadores.

Fue también por aquel entonces -otro ejemplo de los episodios poco corrientes que salpican la biografía de Arana- cuando el empresario se batió en duelo con José Muro, ex ministro de la Primera República. En todo caso, el suceso nada tuvo que ver con la política, sino con los toros. Al parecer, Muro había dicho perrerías de Arana después de que éste no hubiera podido o no hubiera querido conseguirle un palco en la plaza de Atotxa. El duelo se saldó, finalmente, sin ninguna consecuencia. GARA

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