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José María Arrillaga, «Xaxo» Estudiante de Historia

Carta abierta a un nacionalista vasco de otro que también lo es

La utilización de la historia como aval de derecho lleva en la mayoría de los casos al recurso de arrimar el

Carta preciosa la escrita por Abelin Linazisoro (GARA, 2008/8/7). Sin ambigüedades expone una serie de datos y reflexiones que permiten al lector coincidir plenamente en el fondo y discrepar abiertamente en algunas apreciaciones que sustentan las conclusiones, que personalmente comparto.

No tiene que ser fácil polemizar con Arturo Pérez-Reverte en aspectos históricos del siglo XV y XVI. Personalmente lo considero un más que notable especialista. Sin duda, en su observación de no ser extranjero en Nápoles, e incluir a todo español en su aseveración, se pasa veinte pueblos. Otra cosa sería si su afirmación estuviese relacionada con un sentimiento personal, vinculado a su capacidad de sumergirse en la cultura napolitana, y considerarse un ciudadano más en tan compleja realidad social. Desde luego, tomar como eje de su identificación la dominación española durante tres siglos y medio -¿no sería más correcto hablar de la dominación del Reino de Aragón y los respectivos austrias y borbones?-, en la que tendrá que incluir las correrías de Fernando de Aragón, el llamado «católico» o «falsario» según convenga, puede resultar una tarjeta de presentación no muy recomendable. No negaré su derecho a sentirse ciudadano del mundo y estar por encima del «reduccionismo nacionalista». El mismo, supongo, que el que tenemos quienes nos sentimos igualmente ciudadanos del mundo y nos gustaría ser reconocidos como ciudadanos de un Estado vasco.

Es a la hora de apoyar con argumentos históricos nuestro derecho a formar un Estado vasco, que al fin y al cabo es de lo que se trata, cuando discrepo, aunque sea sólo en las formas, de Abelin. Qué duda cabe que el desarrollo de los diferentes acontecimientos históricos, fundamentalmente los de índole política y económica, tanto en el territorio de la actual Euskal Herria como en el continente europeo, ha influenciado en el actual grado de conciencia de los vascos. Dicho esto, no creo que las disquisiciones sobre si hemos sido el primer estado europeo, si Nafarroa fue conquistada por las armas -que lo fue-, o si caristios, várdulos o autrigones eran celtas o vascones sean determinantes para dilucidar nuestro derecho a formar un estado. Sin querer llevar la discusión a un terreno excesivamente académico, la cita que realizas sobre agramonteses y beaumonteses sirve para exponer mí punto de vista. Si ciertamente los agramonteses apoyaron la legitimidad de Foix-Albret y lucharon por la independencia de Nafarroa contra el hijo de Fernando II «El Católico», también lo es que fueron el principal apoyo de Juan II «El Usurpador» en su litigio contra su también hijo y legítimo heredero del Reino de Nafarroa, Carlos Príncipe de Viana. Por el contrario, los beaumonteses, apoyaron a este último, hecho que considero determinante en la perdida de la independencia de Nafarroa.

Tendríamos grandes problemas para documentar más de 80 años seguidos de unidad, no digo política en la actual acepción, sino incluso de dependencia de índole tribal o feudal, de los siete territorios de nuestra actual Euskal Herria. Y ello para mí no supone ninguna rémora o carga que lastre mis convicciones. El devenir histórico ha estado condicionado por elementos ajenos a los intereses de la mayoría de la población de cada respectiva comunidad, la confrontación entre grupo sociales, emigraciones de pueblos enteros, formación violenta de grandes unidades políticas, epidemias, realidades demográficas, catástrofes naturales, actitud pusilánime de dirigentes, guerras fraticidas, influencias culturales y creencias religiosas... han determinado el éxito o fracaso en la empresa por llegar a constituir un estado propio.

La utilización de la historia como aval de derecho lleva en la mayoría de los casos al recurso de arrimar el ascua a nuestra sardina. Si, por ejemplo, de la participación de miles de gipuzkoanos en la toma de Iruñea en 1512 se extrae la conclusión de que la mayoría los vascos de entre el Deba y el Bidasoa eran acérrimos enemigos del Reino de Nafarroa, caemos en la manipulación de un hecho histórico en función de un determinado interés político. También podríamos optar por reivindicar la corona de Nafarroa para un Borbón -espero que nadie proponga a Juan Carlos-. Al fin y al cabo, Enrique III de Navarra y IV de Francia era hijo de Antonio de Borbón y Juana de Nafarroa, heredera del reino de ambos lados de los pirineos occidentales. Si caemos en una excesiva simplificación al definir las guerras carlistas como una lucha por «el derecho a seguir siendo vascos», dejando de lado que también fue una guerra civil entre vascos, que la intervención de la Iglesia católica tuvo un papel fundamental y que, como en la mayoría de guerras, el pueblo llano fue manipulado por intereses ajenos. Una vez más, los vascos llegamos tarde y quizás no suficientemente preparados a una cita trascendental con el siglo XIX, siglo el que se abre paso la Ilustración, el liberalismo frente al antiguo régimen y se dan pasos fundamentales en la constitución de los estados nacionales.

Pugno por incidir más en los errores cometidos por nuestros dirigentes, pasados y actuales, que por echar las culpas a las agresiones, sin duda reales, de aquellos a quienes molesta, más bien perjudica, la independencia política de Euskal Herria. En esto sí que la historia, tiene mucho que enseñarnos.

Bueno, Abelin, no queda más remedio que seguir con lo nuestro. En definitiva no tenemos menos derechos que nadie en desear un Estado independiente vasco. Oportunidades, las que seamos capaces de generar y aprovechar. Todo ello para defender nuestra cultura, utilizar mejor nuestros recursos, controlar esa monstruosidad llamada administración, reducir desigualdades, suprimir ejércitos... En definitiva, cosas sencillas que dentro de España no podemos conseguir. Sin olvidarnos de ser mucho más solidarios con aquellos que tienen menos que nosotros, incluidos nuestros vecinos más cercanos.

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