Disen que viene Reina visita Bilbora. Robert de Niro no tendrá reino, pero su mera presencia levanta tal revuelo que merece pasar a formar parte del cancionero popular.

Desde que se supo que la Fundación BBK iba a exponer en Bilbo los cuadros de Robert de Niro Sr, padre del famoso actor y pintor cercano al expresionismo fallecido en 1993, las apuestas se dispararon. Es cierto que el protagonista de «Toro salvaje» y «El padrino II» acude a todas las presentaciones de las exposiciones sobre la obra de su padre, pero nadie confirmaba su visita. Y siguió sin confirmarse hasta sólo minutos antes de que entrara por la puerta (trasera) de la sala que la Fundación BBK posee en en Gran Vía 32.

Eso fue a las 15.30, 90 minutos después de la hora a la que habían sido convocados los medios. Con un hermetismo propio de visitas reales, la llegada del actor a la capital vizcaina -cuyos vecinos celebraban en la calle las fiestas, ajenos al revuelo que se había organizado en las inmediaciones de la sala de exposiciones-, se produjo sin que trascendiera dato alguno sobre sus circunstancias: ¿Irá a ver el Guggenheim?, ¿habrá comido aquí o en su avión privado? ¿viene de Nueva York o habrá pasado por Donostia a visitar a Schnabel?... «No sabemos nada», se limitaban a repetir en la BBK.

El caso es que De Niro llegó, por fin, y, como acostumbra, fue parco en palabras y escaso en sonrisas. Para qué. Vestido informalmente -pantalón gris deportivo, niki blanco y americana azul-, simplemente dijo que estaba encantado de estar en Bilbo -«por primera vez», le aclaró al alcalde, Iñaki Azkuna, que le acompañaba en la rueda de prensa-, y que había venido con su actual mujer y algunos de sus hijos para que éstos «puedan apreciar la obra artística de su abuelo». El actor neoyorkino dejó claro que su propósito era «apoyar el trabajo» de su padre y, sabedor de que con una foto basta, no se esforzó más. «Only two questions», advirtió. Pues ni eso. Contestó a una, y tampoco es que ofreciera un gran titular: «Para mí, no hay otro pintor como mi padre. Tengo muchos cuadros suyos en mi casa, le vi trabajar y me hubiera encantado que hoy viviera para que transmitiera a mis hijos su arte. No sé si alguno de ellos seguirá sus pasos, aunque hay uno que apunta maneras». Y se despidió con un «eso es todo». Después, se dejó fotografiar en la exposición e incluso firmó algún autógrafo.

Como dijo un fotógrafo durante la tediosa espera, «al menos hay que reconocerle una cosa: es el único que ha conseguido que la Caja abra por la tarde en plena Semana Grande de Bilbao».