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Afganistán no es lo que parece

Podría dar la impresión de que la guerra de Afganistán es un conflicto menor, al menos en comparación con el de Irak, y a nadie se le escapa, y menos a los implicados en él, su magnitud. Sin embargo, noticias como la referida a la muerte de diez soldados franceses de la fuerza militar de la OTAN en una emboscada cerca de Kabul, hacen que las miradas se dirijan a aquel castigado país y surjan numerosas dudas ante una realidad que, unas veces silenciada y otras distorsionada, sólo a veces se percibe. La emboscada a los soldados franceses y los dos ataques a una base estadounidense en tan solo 24 horas dan una idea aproximada de una situación que no tiene visos de solución, y menos por el camino de la «guerra total al terror» propugnada por los ocupantes.

Tras la cumbre de abril de la OTAN, habiendo aumentado el contingente de tropas extranjeras hasta los 70.000 soldados, la resistencia afgana ha multiplicado sus ataques y los talibán controlan la mitad del país. El dato de que Estados Unidos y la OTAN hayan tenido este año más bajas que los países que combaten en Irak por sí solo es clarificador. Desde el desalojo de los talibán del gobierno, las fuerzas ocupantes vienen repitiendo año tras año que la situación está bajo control; sin embargo, año tras año la terca realidad muestra las ofensivas de la resistencia. Pero el fortalecimiento de ésta no es el único obstáculo de las fuerzas extranjeras que dicen perseguir la democratización de un país a cuya población civil no han dudado en masacrar. Precisamente ese comportamiento ha facilitado el fortalecimiento de la resistencia afgana y que, en el mejor de los casos, los ocupantes sean considerados enemigos por la población.

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, quien en abril aumentó la presencia militar francesa en Afganistán, reafirmó ayer su voluntad de «seguir luchando contra el terrorismo». Seguramente son las palabras que debía pronunciar en esos momentos, pero lamentablemente es de suponer que no precederán a la honda reflexión que los líderes occidentales deberían hacer.

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