Otro pacto histórico, de nuevo en Varsovia
El Tratado de Amistad, Colaboración y Asistencia Mutua, más conocido como Pacto de Varsovia, ejerció de balanza mundial a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) durante la «guerra fría». Esa balanza empezó a desequilibrarse cuando, en los años 1988 y 1989, Gorvachov abandonó la «doctrina Brezhnev», que había guiado la política exterior soviética hasta aquel momento, y abrazó la «doctrina Sinatra».
La «doctrina Brezhnev» fue establecida por ese líder soviético en un discurso pronunciado precisamente en el Congreso del Partido Comunista de Polonia, en 1968. Brezhnev planteaba que dentro del bloque no existía nada parecido a una soberanía estatal y que, en lo referente a cambios de carácter estratégico, debía primar la disciplina de bloque. Por el contrario, la «doctrina Sinatra» se refería a la famosa canción «My Way» (a mi manera), y liberaba a los países del bloque de esa disciplina. Paradójicamente, el responsable de aplicar la «doctrina Sinatra» fue Eduard Shevardnadze, ministro de exteriores de la URSS en aquel momento y presidente de Georgia posteriormente. No tan paradójicamente, también fue Shevardnadze quien convirtió Georgia en un satélite norteamericano al compás de «la voz» de su nuevo amo. Polonia, que pasó de ser sede de aquel tratado a competir con el Vaticano por ser el país más católico del mundo, aplicó la nueva doctrina como nadie.
Este excurso puede servir para situar históricamente la importancia del acuerdo firmado ayer entre EEUU y Polonia para establecer en el país europeo un escudo antimisiles. Por un lado, el acuerdo tiene un evidente valor simbólico en un momento en el que Rusia ha ganado una guerra en territorio cuasi-atlántico ante la impotencia de los EEUU y la Alianza Atlántica. Pero sobre todo tiene una importante función militar y política: establecer claramente la frontera de la influencia rusa hacia el oeste.
En todo caso, Moscú no ha dicho aún su última palabra. Mientras EEUU aplica su particular «doctrina Brezhnev» a sus aliados -especialmente a la Unión Europea-, Rusia seguirá adelante con su particular guerra política, militar y diplomática. Eso sí, lo hará «a su manera».