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Javier Urroz Domínguez y Maura Rodrigo Alcalá Miembros de Papeles Denontzat

¿Quién paga la crisis económica?

Se nos anuncia una época de recesión, de la que no se nos dice su envergadura, y las mujeres, los jóvenes y la población inmigrante serán quienes sufran las consecuencias más graves

Acabamos unos años de fuerte desarrollo económico, pero ese desarrollo no se ha traducido para los sectores sociales menos favorecidos en mejoras de la calidad de vida. Han empeorado las condiciones laborales, el empleo es cada vez más precario, los salarios han perdido poder adquisitivo reduciéndose para muchos al nivel de la mera subsistencia; los precios, especialmente los de algunos bienes básicos como la vivienda, han sufrido una especulación corrupta que los ha hecho inaccesibles para esos sectores sociales, tanto en la modalidad de compra como en alquiler, y hemos retrocedido en garantías sociales: desempleo y pensiones de más difícil acceso, deterioro de la educación y la sanidad públicas. Eso ha sido para muchos la época de desarrollo económico. Para el gran empresario, un permanente crecimiento de los beneficios.

Aunque no en exclusiva, la inmigración ha venido siendo el sector social que peor parte ha llevado en ese injustísimo reparto del crecimiento. Ellos y ellas son quienes han cargado con los trabajos más duros y en peores condiciones (cuidando padres e hijos, trabajando en la construcción, hostelería, agricultura...), quienes han padecido las mayores cotas de precariedad en lo laboral y en el conjunto de su situación, quienes han tenido más difícil el acceso a la vivienda y a todas las garantías sociales. Han contribuido a ese crecimiento hasta ayer en las tareas menos deseadas y, a cambio, han participado menos de sus beneficios.

Sin embargo, en la opinión pública va calando el discurso político y mediático adverso a la inmigración muy próximo a la xenofobia: ha sido la inmigración (no el neoliberalismo) quienes han deteriorado los puestos de trabajo y tirado a la baja de los salarios, quienes han disparado el precio de la vivienda (y no la especulación), quienes han deteriorado servicios públicos como la enseñanza y la sanidad. Da igual que otros estudios demuestren que, además de contribuir al crecimiento, contribuyen a las arcas públicas aportando en impuestos mucho más de lo que reciben en servicios.

La oficina económica de La Moncloa elaboró en 2006un informe que dice: los inmigrantes suponen el 8,8% de La población española, pero absorben sólo el 5,4% del gasto público. Consumen el 4,6 del gasto en sanidad y el 6,6 en educación, pero su aportación es del 6,6 de los ingresos totales. En total su presencia en el Estado español supone un beneficio neto de unos 5.000 millones de euros. Aunque ésa sea la realidad, la opinión alimentada es que son quienes se benefician del erario público, constituyendo un peligro para nuestro bienestar.

Ahora se nos anuncia una época de recesión, de la que no se nos dice su envergadura, y las mujeres, los jóvenes y la población inmigrante serán quienes sufran las consecuencias más graves, siendo quienes primero perderán sus empleos. El ministro de trabajo, Sr. Corbacho, propone a la población inmigrante en paro la acumulación económica del subsidio de desempleo y unos microcréditos si retornan a su país. Además de ser una propuesta xenófoba culpabilizar de la crisis al colectivo inmigrante, es inútil, lo que tanto esfuerzo costó para estar en situación «normal» no se puede tirar a cambio de nada. Por otro lado, quedan en situación de mayor desprotección y tienen el riesgo de perder su derecho de residencia. En estos casos se verán más fuertemente presionados para aceptar empleos en condiciones todavía más deterioradas, compartiendo esta situación con mujeres y jóvenes, siendo el «colchón» que pague más directamente la recesión, amortiguándola para la mayoría social.

Vivimos en una sociedad terriblemente dura y competitiva, en un modelo económico ultraliberal que arrasa con todas las garantías laborales y sociales para incrementar los beneficios del capital y los altísimos sueldos de una gobernanza tecnocrática que se mueve sin pudor de lo político a lo empresarial y de lo privado a lo público, aumentando hasta el escándalo los niveles de desigualdad.

Mientras tanto, no somos capaces de enfrentarnos y de atajar esta situación, y se nos presenta al pobre, que esta misma sociedad genera, como enemigo potencial. No debemos caer en su sutil engaño. Rico yo, pobre tú.

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