Usain Bolt obtuvo su tercera medalla de oro, acompañada de su tercer récord del mundo. A las preseas de 100 y 200 metros, en ambos casos con plusmarcas siderales, añadió ayer la tercera como integrante del relevo 4x100 con su tercer tope universal: 37.10. El fenómeno de Trelawny ha protagonizado una semana muy productiva. Llegó a Beijing como recordman del 100 y subcampeón mundial de 200 y se irá con la triple corona convertido en una de las más fulgurantes estrellas del atletismo y de los Juegos. Su cotización se ha disparado y probablemente también su autoestima.

Y es que el jamaicano ha superado las previsiones más optimistas. Primero igualó el doblete individual de Carl Lewis y ayer le borró de las tablas de récords como miembro de un equipo singular. Nesta Carter cubrió la salida, Michael Frater le pasó el testigo a Bolt, a quien se le atribuyó un registro de 9.10 lanzado en la tercera posta, y cerró Asafa Powell.

Un honor para el ex plusmarquista que con esto tratará de mitigar el disgusto por su quinto puesto de la final del hectómetro. Bolt ha tardado una semana en derribar muros que duraban años. Los 9.69 han puesto los 100 metros en otra dimensión. Los 19.30 renovaron el legendario registro de Michael Johnson en 200 tras 12 años de permanencia y dificultad. También con su inigualable zancada acabó en un instante con la plusmarca que Marsh, Burrell, Mitchell y Lewis guardaban desde Barcelona'92. Los jamaicanos le metieron 30 centésimas a la anterior marca y casi un segundo de ventaja a Trinidad y Tobago, más caribeños en un podio también con toque asiático por el bronce de Japón. «Es maravilloso. Lo que realicé aquí, lo hice por mis fans, por mi país y por mi. Ya eramos tierra de sprinters pero ahora los velocistas jamaicanos han tomado el mundo. Hay que intentar que sea para siempre. Además, estoy feliz porque Powell ha conseguido su oro olímpico», afirmó el rey del sprint un día después del fracaso yanqui en los relevos.

Por primera vez desde Montreal'76 el equipo del Tío Sam no gana un solo título en un sector que dominaban. Es tal el malestar por tanta derrota, que la Federación de Atletismo (USATF) ha anunciado su intención de revisar todo su programa. Si Relámpago hizo pleno en la velocidad pura, Jamaica no.

Su relevo femenino, integrado por las medallistas de 100 metros y Veronica Campbell, campeona de 200 pretendía completar el círculo, pero dejó escapar ese sexto oro de los seis posibles porque en la segunda entrega Sherone Simpson y Kerron Stewart se armaron un lío y no acertaron a pasarse el testigo. Así que a Rusia le tocó la lotería. Por eso, por pescar en río revuelto, Polyakova, Fedoriva, Gushchina y Chermoshanskaya se han convertido en las únicas blancas campeonas de una prueba de velocidad en Beijing. La final fue un despropósito. Las inglesas y las jamaicanas también fallaron y las polacas fueron descalificadas.

Con un oro menos que Bolt, Tirunesh Dibaba ha firmado un doblete hasta ahora inédito en el fondo femenino. Dibaba, que había ganado el sábado el de 10.000, lloró en el podio mientras recibía el de 5.000. A su lado, en el bronce, Meseret Defar. El viejo duelo etíope entre ambas viene de su época juniors.

En junio, Dibaba le quitó el récord y ayer no le permitió defender su título. Cuatro años después de Atenas, invirtieron sus resultados. En medio se metió otra atleta nacida en Etiopía aunque nacionalizada turca. Elvan Abeylegesse, que también fue plata en el 10.000, avivó una carrera que empezó lenta. Al toque de campana Dibaba atacó. El último kilómetro lo hizo en 2.36, una locura. Con 22 años, Dibaba posee un palmarés envidiable, como el de su compatriota Kenenisa Bekele que hoy aspira al mismo doblete.

La jornada tuvo más campeones, como Steve Hooker, que con sus 5,96 maquilló un concurso discreto para convertirse en el primer australiano campeón olímpico en pértiga. En longitud, la ex gimnasta brasileña Maurren Higa Maggi voló hasta los 7,04 metros, un centímetro más que su predecesora Lebedeva. Bryan Clay, también campeón mundial, logró el único oro estadounidense de la jornada. Después de dos días viviendo en El Nido, con cinco horas de cama entre medio, llegó la hora de disfrutar, sobre todo de Leonel Suárez, un cubano de bronce.