«De facto», problemas «excepcionales»
Ayer el Senado y la Duma rusas votaron por unanimidad una resolución en favor del reconocimiento de la independencia de Osetia del Sur y de Abjasia, las dos naciones sin Estado bajo dominación georgiana pero de ascendente ruso que buscan sacar provecho político de la situación generada en el Cáucaso tras la guerra abierta abruptamente de la mano de Mijail Saajachvili y cerrada de manera aún más abrupta por el Ejercito ruso. Los argumentos utilizados por los parlamentarios rusos se basan, entre otros, en el proceso de independencia de Kosovo.
Ya en el momento en el que se definió el estatus definitivo de Kosovo, Rusia expuso claramente que los casos de Abjasia y Osetia suponían dos contraejemplos que ni la comunidad internacional ni especialmente Naciones Unidas podían obviar. Pero la comunidad internacional no es más que la suma de poder de las grandes potencias, lo que en estos últimos 15 años ha significado el monopolio de la Administración norteamericana. La Organización de Naciones Unidas, por su parte, está sumida en una crisis de autoridad, legitimidad y funcionamiento, por lo que terminó asumiendo el bloqueo del debate sobre Kosovo, dando pie a la declaración de independencia unilateral respaldada por los Estados Unidos y la mayoría de la Unión Europea, entre otros. Un caso «excepcional», una independencia «de facto». Pero la situación actual en Osetia y Abjasia demuestra que, en lo referente a Derecho y muy especialmente a Derecho Internacional, las expresiones «excepcional» o «de facto» para calificar casos o hechos concretos generan situaciones tanto o más complicadas que aquellas que se pretenden resolver recurriendo a esos términos.
Visto todo lo cual, cabe determinar que lo realmente excepcional en este cúmulo de despropósitos es que, entre otras cuestiones, la Organización de las Naciones Unidas ha certificado, eso sí «de facto», su defunción como árbitro supraestatal, ni qué decir universal.