Raimundo Fitero
Luminosas
En algunos medios de comunicación aparecen anuncios para ser presentador/a de televisión. En Internet se ven numerosos anuncios y convocatorias para lo mismo. Y sin embargo, uno presenciando los programas, los noticiarios y otros espacios, más que una escuela, parece existir un criadero. ¿Que cuál es la diferencia? Pues, en una escuela te dan nociones técnicas y pulen tu personalidad, pero en un criadero salen a montones seres con las mismas condiciones, tics y medidas, físicas, metafísicas, de pensamiento y obra, y hasta con los mismos defectos, o maneras cantarinas de hablar. La inmensa mayoría de las mujeres que aparecen en una mesa de conducción o simplemente locución informativa, o con un micrófono en la calle, parecen salir todas del mismo estilista. Todas son, en términos canónicos, guapas, o cuando menos, no hay ninguna que podamos considerar que desentona, o que sea poco agraciada, y ni por asomo fea. Esta es la primera norma, por lo tanto debe existir una primera selección genética, porque se reproducen de una manera expansiva, tanto en lo vertical como en lo horizontal, formando un decorado vital, una estética, creando un modelo, que, como ya se sabe, puede llegar hasta casar con Príncipe.
Por ejemplo, si no presto mucha atención, me parecen las mismas presentadoras del telediario de la primera estatal y de Antena 3, sea cual sea la temporada, el horario de mañana, tarde o noche, en todos los casos, ocupan la pantalla unas mujeres muy profesionales, muy atractivas, que tienen una mirada luminosa, que visten de manera similar y que pronuncian dentro de la misma prosodia, variando, pero muy levemente, su tono de voz. Yo apuraría más y probablemente algunas ya se hayan realizado la rinoplastia, por prescripción médica, naturalmente.
Esta belleza no les quita méritos, ni profesionalidad, pero como observador interesado, pensamos que en ciertos momentos esta estandarización puede ser perniciosa para la sociedad, ya que crea un modelo ejemplar de mujer que concuerda, excesivamente, con lo que venden los posteriores y anteriores anuncios de cremas y perfumes. Todas muy luminosas, pero cegadoras de su propio talento.