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Homenajes a José Bergamín, en el 25 aniversario de su fallecimiento

José Bergamín murió hace 25 años en Euskal Herria, donde se sentía exiliado «de una España que ya no está en mí», decía. Sus amigos han organizado actos para honrar la memoria de alguien a quien el filósofo Aranguren calificó como el más grande intelectual español del siglo XX.

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Martin ANSO | DONOSTIA

La estancia final de José Bergamín en Euskal Herria fue breve -se instaló en Donostia a finales de mayo de 1982 y falleció el 29 de agosto de 1983-, pero, sin duda, muy intensa. Aquí hizo nuevos amigos y se reencontró también con algunos que conocía de antiguo. Han sido precisamente algunos de esos amigos, entre los que se encuentran Alfonso Sastre, Miguel Castells, José Félix Azurmendi y Xabier Sánchez Erauskin, quienes no han querido que este vigesimoquinto aniversario pasara desapercibido. «Demasiado lo silenciaron durante el franquismo y también en la Transición», argumentan. Por ello, han organizado para mañana una jornada dentro de los Cursos de Verano de la UPV y, el sábado, un homenaje en Hondarribia.

La jornada, abierta al público, tendrá lugar en el palacio de Miramar a partir de las 17.00 horas. En ella participarán Florence Délay, Alfonso Sastre, José Esteban, José Félix Azurmendi y Xabier Sánchez Erauskin. Todos ellos analizarán la figura de Bergamín como intelectual y como amigo, así como su relación con Euskal Herria. Un invitado especial del acto será el ex presidente de la Generalitat de Catalunya Pasqual Maragall, estrechamente vinculado a Bergamín por razones familiares y personales.

El sábado, el homenaje tendrá lugar a las 12.00 en el cementerio de Hondarribia, ante la tumba donde descansan sus restos.

A sus ochenta años, Bergamín decía con sorna que, desde la Guerra, en la que, tras haberlo perdido todo, había «dejado de ser burgués», seguía vivo porque no tenía dónde caerse muerto. Fue más o menos entonces cuando decidió que ya era hora de encontrar un lugar para dar reposo a su querido esqueleto. Asqueado con la España de la Transición, que consideraba una traición a los ideales de la República, y boicoteado en los medios madrileños, escribió en la localidad andaluza de Fuenteheridos aquel poema, terrible para alguien que, sin duda, amaba apasionadamente a España: «No quisiera morirme/ aquí y ahora/ para no darle a mis huesos/ tierra española». Y, para evitar dar a sus huesos tierra española, decidió exiliarse una vez más, en esa ocasión en Euskal Herria, donde la lucha del pueblo vasco, que identificaba con la lucha de HB y ETA, no le hacían sentirse en España, y donde, además, tuvo ocasión de explayarse en «Egin» y «Punto y Hora», publicaciones con las que ya venía colaborando.

En Euskal Herria encontró, por fin, dónde caerse muerto, y su féretro fue cubierto con una ikurriña. Su buen amigo Rafael Alberti escribió: «Ha muerto como perdido, lejano, ejemplarmente íntegro en su fe, en su desilusión de tantas cosas, admirado pero no tan reconocido como merecía; discriminado, marginado, como personaje molesto, con el que para muchos no era grato tropezarse».

UNA CALLE

A sugerencia del colectivo de amigos de Bergamín que ha organizado los actos conmemorativos del vigesimoquinto aniversario, el Ayuntamiento de Donostia tramita dedicar una calle al escritor.

Ficha

29 de agosto: Jornada abierta al público, a partir de las 17.00 horas, en el palacio de Miramar.

30 de agosto: Homenaje, a las 12.00, en el cementerio de Hondarribia.

Hasta el 5 de septiembre: Exposición en el palacio de Miramar.

Un escritor maldito siempre dispuesto a conocer amigos

Amigos de Bergamín en Euskadi, que así se denomina el colectivo que ha organizado los actos de homenaje, ha preparado también una exposición que se puede visitar hasta el 5 de septiembre en el palacio de Miramar.

«José Bergamín, pensador y escritor maldito» es una muestra que, a través de fotografías y publicaciones, repasa la vida y la obra del autor. En una imagen, por ejemplo, se le puede ver en aquel homenaje a Góngora que sirvió para etiquetar a la «Generación del 27», que él llamaba «Generación de la República». Hay ejemplares de «Cruz y raya», la revista que editó en los años 30 y que cabe considerar como precursora de la Teología de la Liberación. No faltan los testimonios de sus sucesivos exilios en América o en París, ni algunos de sus chispeantes aforismos, como ése que reza: «Estar dispuesto a equivocarte es predisponerte a acertar».

La muestra, en su modestia, está en todo momento orientada a suscitar el interés por la obra del homenajeado, en general, poco conocida, entre otras cosas, porque ha sido silenciada. Decía Bergamín -y así consta en la lápida de su tumba-: «Amigo que no me lee, amigo que no es mi amigo». Y, claro, los organizadores del homenaje no quieren perder la ocasión de ampliar el círculo de amigos de alguien que, como su maestro Unamuno, consideraba que «vivir es pensar, y pensar, comprometerse». Y que «escribir es el santo oficio de inquirir la verdad y, además, de decirla». M.A.

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