El pueblo antiguo de Berriozar celebra su campeonato de botxas
Las fiestas de Berriozar se celebraron ayer en su antiguo núcleo, como cada año. Este pequeño pueblo que domina Iruñerria desde las faldas de Ezkaba acogió ayer los tradicionales bailes de mayordomos y otras danzas populares, las finales de los campeonatos de botxas, chocolatada y teatro para los más pequeños, una cena popular y la posterior fiesta nocturna. El vecindario de Berriozar hizo honor de esta forma al casco original de la localidad.
Jasone MITXELTORENA |
El núcleo antiguo de Berriozar lo conforma un pequeño pueblo con hermosas casas de piedra, el lavadero, la antigua iglesia... y su pista de botxas. Tras haber jugado el campeonato durante todo el mes de agosto, la pista situada ante la iglesia acogió ayer la esperada final, que se celebra todos los años en el día de Alde Zaharra, enmarcado en las fiestas de Berriozar.
La jornada de ayer comenzó desde la mañana con los bailes de los mayordomos a la salida de la misa y con otras danzas populares que tuvieron como escenario la plaza contigua a la iglesia. En la misma se repartió comida y bebida para quienes se animaron a acudir al pueblo situado en las faldas del monte Ezkaba. Tras bailes como el zortziko y la Larrain-Dantza, en los que participaron tanto los mayordomos como los más pequeños y los más mayores, el público se desplazó hasta la pista de botxas, donde los dos equipos finalistas, Etxape y Villarriba, se disputaban la txapela.
El campeonato de botxas no es exclusivo de la localidad, pero sí tiene mucho arraigo en Berriozar. Se trata de un juego parecido a la petanca; aunque se sabe que hace cien años era típico en Berriozar, la costumbre se perdió en la década de los 50. Tras unos años de parón, un grupo de vecinos recuperó el juego en 1985, y desde entonces cada año se ha venido celebrando este torneo. Este año han participado hasta doce equipos, formados por tres jugadores, y durante el mes se han ido eliminando hasta quedar los dos finalistas.
Un juego de mucha precisión
Los aficionados a este juego seguían ayer con mucha atención la final de botxas, rodeando la pista situada a la sombra de los árboles en la calurosa jornada de ayer. El juego consiste en acercar las botxas -bolas de madera de boj o de encina- a una bola de plomo llamada «botxin» y cuyo tamaño se estima en unos cuatro milímetros. La superficie de la pista es de arena para facilitar el deslizamiento de las bolas de madera, y éstas llevan incorporada un taco de plomo que les da peso y que hace posible dirigir su trayecto.
Se convierte así en un juego de «mucha precisión», según los jugadores. Los tantos son para las bolas que más se acerquen, y el equipo que antes sume quince puntos se lleva el triunfo. Se trata por tanto de un juego con muchos matices y una cierta parte de estrategia, sobre todo para quienes pueden lanzan los últimos en cada tanda. En Berriozar la afición está arraigada también en los más pequeños, por lo que el futuro parece asegurado.
Villarriba resultó ganador, llevándose la txapela y el jamón. A la tarde se jugó la final de los niños, tras la que pudieron disfrutar del teatro y la chocolatada. Y a la noche esperaban la cena y una «gaupasa mundial».
La final del campeonato de botxas reunió a los vecinos aficionados, tanto mayores como niños, en el ambiente familiar que caracteriza a los pequeños pueblos. Así continuó la jornada, que tenía previsto acabar con cena y «gaupasa mundial».