Kitano, un quijote del arte, y Petzold, un sancho panza de los sentimientos, compiten en Venecia
La sección de competición del festival de cine quedó ayer inaugurada con la presentación de los trabajos del japonés Takeshi Kitano y el alemán Christian Petzold. La Mostra continúa hoy con Barbet Schroeder.
Antonio LAFUENTE | VENECIA
El director japonés Takeshi Kitano y el alemán Christian Petzold inauguraron ayer la sección de competición del Festival de Cine de Venecia. Lo hicieron con dos películas y grandes palabras; porque para uno el arte es un sueño tangible y para el otro el amor es imposible en la miseria.
«Akires to kame» (Aquiles y la tortuga) es la propuesta de Kitano para intentar hacerse con el que sería su segundo León de Oro, que obtuvo en 1997 con su «Hana-bi». Este trabajo muestra el sueño de Machisu -el nombre de Matisse en japonés-, un pintor que desde la niñez antepone la pintura a todo lo demás, incluso a su propia vida, para alcanzar el sueño inalcanzable del arte. Esta situación llega al límite de que el egoísmo del artista hace que ponga en peligro a su propia familia hasta el punto de preferir perder a su hija antes que a su pintura.
A pesar de todo, Kitano exime de culpa al artista. «Lo que importa de verdad es el proceso creativo», afirmó y añadió que ciertamente el «arte no es tan cruel» como él lo ha caricaturizado. Para suavizar tanto su sarcasmo sobre el artista como la gravedad del ideal del arte, el director recurre a su habitual desdoblamiento delante y detrás de la cámara. Consigue así ser al mismo tiempo sujeto que piensa sobre el arte y objeto sobre el que reflexiona. Al igual que hiciera Cervantes con su Quijote, a fuerza de criticar y reírse del artista -reconociendo el valor de su idealismo- Kitano convierte su película en una verdadera obra de arte contemporáneo.
Frente a cualquier idealismo de los sentimientos se estrellan los personajes de «Jerichow», la película de Petzold, que como Sancho Panza pone los pies en la tierra. El realismo llega al punto de que la protagonista afirma: «No se puede amar sin dinero». La cinta narra la historia de Laura, salvada por Alí de un bar de mala muerte en una de las zonas de la deprimida Alemania. Todo ello con el precio de una deuda que ella tenía contraída. La aparición de Thomas da pie a un triángulo amoroso en el que se mezclan los celos, el sexo y el dinero. «Quería saber qué ocurre cuando se hunde una ciudad no sólo en sus aspectos sociológicos sino también en los sentimientos de las personas», aseguró Petzold. «Y lo que ocurre es la búsqueda desesperada de dinero», añadió.
Con ambas películas, la sección de competición de la Mostra arranca entre los vericuetos del alma humana frente a la propuesta de entretenimiento que ofrecieron fuera de competición los Hermano Coen.
«El último emperador» es como define al diseñador Valentino el documental con el que Matt Trynauer le ha rendido pleitesía, que sirvió al italiano para ser el protagonista del día de ayer.
El iraní Abbas Kiarostami presentó fuera de concurso «Shirin». Se trata de un homenaje al cine hilado con los rostros silenciosos de 112 actrices iraníes y Juliette Binoche.