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ANÁLISIS Escenario tras la guerra en el Cáucaso

La UE se lo pensará dos veces antes de enfrentarse a Rusia

Los miembros de la UE se reúnen mañana para consensuar una posición común ante Rusia tras lo sucedido en el Cáucaso. Pese a que algunas voces abogan por castigar a Rusia, el poderío militar y económico -especialmente en el sector de la energía- de Moscú no permiten a la UE enfrentarse a su gran vecino del Este.

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Martxelo DÍAZ

Una cosa es lo que se dice y otra, lo que se hace. Más allá de las declaraciones altisonantes contra Rusia, la UE está atada de pies y manos a la hora de enfrentarse al poderoso vecino del Este.

¿Qué postura adoptará la UE frente a Rusia? El Consejo Europeo que el Estado francés -presidente de turno de la UE- ha convocado para mañana en Bruselas dejará en evidencia, una vez más, la incapacidad de los 27 para actuar con una única voz a la hora de hacer frente a una crisis. No se espera que de Bruselas salgan ni una decisión contundente ni sanciones contra Rusia. En principio, los países más beligerantes con Rusia -Polonia, Lituania, Estonia y Letonia- serán los que liderarán la posición más radical. Estos cuatros estados ya han mostrado su posición, acudiendo a Tbilissi a dar apoyo político a un Mijail Saakachvili que había cometido el enorme error estratégico de atacar a Rusia sin tener cubiertas las espaldas. La postura de estos cuatro estados se explica más por su atávico odio a Moscú que por la situación geopolítica actual.

En cualquier caso, un escenario en el que estos cuatro estados arrastren a la UE a una escalada de sanciones y contrasanciones como la que está padeciendo Irán a cuenta de su programa nuclear está lejos de la realidad. Los grandes estados de la UE -Gran Bretaña, Estado francés y Alemania- saben perfectamente que no pueden meterse en el berenjenal de un enfrentamiento con Rusia, puesto que se trata de una superpotencia de 143 millones de habitantes, con un poderío militar y energético superior al de la propia UE en su conjunto y que, tras el mandato presidencial de Vladimir Putin, está experimentado un resurgir en busca de la condición de superpotencia perdida tras el desmentalamiento de la URSS. Londres, París y Berlín no pueden atacar al gran vecino del Este mientras con el rabillo del ojo miran la cotización del barril Brent.

Los grandes estados miembros han mantenido una posición mucho más relajada en esta crisis. Pese a volver a ir a remolque de los intereses de Washington, Angela Merkel se entrevistó en Moscú con Dimitri Medvedev antes de viajar a Tbilissi para escenificar su apoyo a Georgia. Nicolas Sarkozy, metido a mediador de cualquier conflicto que surja en el mundo, tuvo que ceder ante Moscú y permitir que Rusia mantenga tropas en territorio georgiano para proteger a abjasos y osetos. Esto es lo que firmaron Moscú y Tbilissi.

Las amenazas al boicot a los Juegos Olimpicos de invierno en Sochi en 2014 pueden ser una de las pocas bazas de presión diplomática que le queden a la UE. Pero visto que en Beijing se amagó pero no se dio, no parece algo efectivo. Por cierto, China, que ha optado por permanecer en un segundo plano, se ha ofrecido para colaborar en la organización de estos Juegos.

¿El gas ruso es tan importante como para condicionar la política de la UE? Un factor que no se puede olvidar es el la dependencia energética de países de la UE, y otros situados en su órbita de influencia como Ucrania, de Rusia. Un cuarto del gas que consume la UE es de origen ruso, un porcentaje que se eleva a casi el 90% en Polonia. Estados como Alemania (33% del consumo) o el Estado francés e Italia (25%) dependen también de las importaciones de gas ruso. Algo similar ocurre con el petróleo, especialmente desde que la producción de los yacimientos del mar del Norte ha bajado. Para aumentar más la dependencia, los proyectos de gaseoductos para transportar el gas de Azerbaiyán o Turkmenistán a través de Georgia y Turquía para evitar pasar por Rusia están más cuestionados que nunca, ya que esta crisis ha dejado en evidencia la vulnerabilidad del paso por Georgia.

No se puede olvidar la importancia de Gazprom, la empresa que monopiliza el gas ruso, en la economía alemana. La presencia del ex canciller Gerhard Schroeder como directivo de Gazprom es sólo una muestra.

Por ello, las amenazas ucranianas de querer reducir la presencia de la flota rusa del mar Negro en Crimea pueden quedarse en menos que fuegos de artificio cuando Moscú cierre el grifo del gas. El pasado mes de marzo, Europa occidental ya tembló ante la posibilidad de un recorte en el suministro de gas ruso cuando Moscú amenazó a Kiev con no enviarle más gas si no pagaba los atrasos.

¿Ha radicalizado Rusia su posición al reconocer a Abjasia y Osetia del Sur? El reconocimiento de estas independencias por parte de Rusia no va a suponer un cambio significativo en la correlación de fuerzas en el Cáucaso. Ambas repúblicas funcionaban de hecho como estados independientes desde hace años. Abjasia declaró su independencia en 1992. Osetia del Sur lo hizo antes, en 1989. Georgia es independiente desde 1991 y ha estado inmersa en luchas internas prácticamente desde entonces, por lo que nunca ha controlado efectivamente este territorio.

¿Se puede considerar Kosovo un precedente? Lo cierto es que a Rusia le han puesto las cosas como a Fernando VII. Moscú ha liderado la oposición al reconocimiento de la independencia de Kosovo y agitaba el fantasma de que si se abría la posibilidad de acceder a la independencia a territorios que no fueron repúblicas soviéticas o yugoslavas, podría producirse un efecto dominó. Moscú citó entonces el caso de Euskal Herria en Europa occidental -para enfado del Estado español, que sigue sin reconocer oficialmente a Kosovo- y de Abjasia, Osetia del Sur y Transdniéster en Europa oriental. Ya en marzo, desde Sujumi se acudía al ejemplo kosovar como precedente para el reconociemiento de su indepencia. En otras palabras, Moscú dijo a Occidente que si se producía un reconocimiento de Kosovo en contra de sus aliados serbios, Rusia iba a responder reconociendo a Osetia del Sur y Abjasia en perjuicio de los prooccidentales georgianos. Seis meses después, Saakachvili puso a Rusia la oportunidad en bandeja de plata.

¿Puede actuar la OTAN en Afganistán sin el apoyo ruso? Podría, pero se enfrentaría a un panorama extremadamente complicado. La OTAN necesita más soldados en Afganistán para hacer frente a la ofensiva talibán y el pueblo afgano cada vez le es más hostil. Tiene 37.000 soldados, pero EEUU está pidiendo a sus aliados que envíen más. El apoyo ruso no consiste en enviar tropas. Hay que recordar que los talibán surgieron, con el apoyo de Washington, para combatir a los soviéticos. El retorno de los rusos sería más un problema que una solución. Sin embargo, la OTAN y Rusia firmaron en abril un acuerdo para permitir el tránsito de material civil y militar a Afganistán. Sin Rusia, la OTAN tendría serios problemas para hacer llegar los suministros al «infierno afgano». Moscú ha hecho una excepción y mantiene la colaboración con la OTAN.

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