Jesus Valencia Educador social
De los muchos cercos que han sorteado las FARC
A los certeros ataques guiados por nuevas tecnologías se ha unido un coro desafinado de voces demasiado mixtas. Alonso Cano, en nombre de las FARC ha respondido con determinación a toda la baraúnda de nuevos y oscuros agoreros
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia se han convertido en foco intermitente de atención informativa, y en uno de los frentes que el imperialismo combate con especial virulencia. Confía la gusanera en que este nuevo cerco conseguirá, al fin, ahogar a la insurgencia colombiana.
Las FARC conocieron el asedio desde el día mismo de su nacimiento. Allá por 1964, 46 hombres y dos mujeres se alzaron en armas por la intrincada Marquetalia colombiana. Fiados en sus escasos armamentos y en sus abundantes razones, pretendieron constituirse en interlocutores del entonces presidente León Valencia; aspiraban a resolver los problemas sociales del pueblo colombiano mediante acuerdos dialogados. Vana pretensión. El gobierno títere del país, siguiendo las directrices que le marcara la CIA, organizó el mayor operativo militar conocido hasta entonces. Con la seguridad de que atraparían a los 48 levantiscos, 16.000 sabuesos bien pertrechados cercaron toda la Marquetalia. Y aquéllos se les escurrieron de las manos demostrando una sorprendente habilidad evasiva. Aquellos revolucionarios eran pocos, pero bien arraigados. Y los que en Marquetalia constituían un pequeño grupo de insurgentes devino en un ejército guerrillero implantado en todo el territorio colombiano.
Fracasada la primera intentona, los gringos diseñaron sucesivas encerronas para atrapar a los escurridizos farianos: el plan Thanatos, Destructor 1, Destructor 2... Como los lemas elegidos olían demasiado a carroña, los siguientes asedios fueron bautizados con nombres más sugerentes: Plan Colombia o plan Patriota, aunque aspiraban al mismo e inaccesible objetivo. La brega de las FARC dio al traste con tan ilusas pretensiones. Colombia fue el laboratorio donde se ensayaron todas las estrategias contrainsurgentes que ahora se aplican en los puntos calientes del planeta: terrorismo de estado, sumisión de la justicia y de la prensa a los dictados de la política represiva, seudopacifismo belicoso, falsas negociaciones que sólo pretendían conocer de cerca a los interlocutores armados para luego liquidarlos... Tanto despliegue de gentes, pertrechos y dólares debía reportar, al menos en apariencia, resultados definitivos. De eso se encargaron los portavoces del imperialismo: cincuenta veces dieron por descabezada la insurrección y disuelta por claudicación o desgana la tropa. Mataron de siete muertes al gran Marulanda y andan empeñados en arrebatarle a la parca el mérito de su fallecimiento.
El año 2008 ha sido especialmente duro. A los certeros ataques guiados por nuevas tecnologías se ha unido un coro desafinado de voces demasiado mixtas. Griterío destemplado que le reprocha a la guerrilla fariana aferrarse en un pasado de lucha desfasado. Alonso Cano, en nombre de las FARC ha respondido con determinación a toda la baraúnda de nuevos y oscuros agoreros: «Reafirmo la vigencia de todos nuestros planes político-militares y de nuestra condición de combatientes de la paz democrática, es decir de la paz con justicia, sin hambre, con empleo, techo, salud, educación para todos y soberanía nacional».