Josebe EGIA
En todas las edades
Vuelvo de vacaciones, casi un mes de compartir vida con personas de otras latitudes, más radical que nunca. Lo dirán en tono peyorativo, o eso pretenden, pero me encanta que me tilden de abertzale radical, porque así me siento. Fundamental y de raíz -como dice el diccionario de esta lengua- cuando define radical.
Hecha esta declaración de principios, empezaré el curso hablando de sexo. De la sexualidad plena y, sobre todo, consentida. Ha sido una auténtica gozada vivir con personas -mayoritariamente mujeres que somos las que más viajamos- que no han tenido ningún problema para hablar de cómo viven su sexualidad. Desde que nacemos, somos seres sexuados y no es algo que nos podamos quitar o poner. Tenemos intereses y comportamientos sexuales en todas las edades: en la infancia, en la adolescencia, en la edad adulta y en la vejez. Cada edad es diferente y se vive de forma distinta, pero en todas ellas es importante. El deseo de vivir está inevitablemente ligado al deseo de la/el otro, y una visión positiva de la sexualidad -priorizando el placer, la ternura y la comunicación- tiene como consecuencia una vida sexual saludable a cualquier edad.
He tenido la suerte de comprobar lo que antecede. He conocido a Ana, una jovencita de 19 años que viaja bien provista de preservativos. A Rosa y Carmen, pareja que daba gloria verlas en su madurez con un afecto y ternura que se les desbordaba por los ojos y en el modo de tocarse. A Jon, un hombre mayor al que, según dice, el Viagra le permite seguir experimentando el sexo en toda su plenitud. A Pilar, quien tras un fracaso amoroso pensaba que se le había acabado su vida sexual y ha descubierto que de eso nada. Y a Sara, una «viejilla» que nos daba cien vueltas al resto y que nos ha dejado impactadas. Nos contaba que con 18 años, en 1964, tuvo que visitar a cinco ginecólogos en su New York natal para encontrar uno que le recetara la píldora anticonceptiva. «Esa pequeña píldora cambió la vida sexual de toda una generación y, desde luego, la mía» nos dijo Sara. «Hoy, menopaúsica hace mucho tiempo, bendice las hormonas y los geles que le permiten seguir disfrutando del sexo».
Ella hace realidad el que la capacidad de goce y disfrute sexual de las mujeres no decrece con la edad (Masters y Johnson, 1966) aunque en la práctica no resulta nada fácil conseguirlo por una conjunción de factores externos e internos que se alían en contra de nuestro erotismo. Algunos tienen su origen en nuestros procesos internos; otros tienen que ver con el imaginario de la belleza y con la vergüenza que sentimos de nuestro cuerpo envejecido que nos lleva a no saber cómo manejarnos con él en las nuevas relaciones, ya que no hemos elaborado una estética personal de mujeres viejas y bellas lo que nos hace sufrir e inhibe nuestra espontaneidad limitando nuestras oportunidades.
Según la OMS, la sexualidad es una energía que influye en nuestra salud física y mental. Pues eso, que vivirla libre y responsablemente es saludable y necesario para nuestro equilibrio como personas.