¿Desastres naturales o catástrofes humanas?
Los efectos catastróficos que a su paso por el Caribe ha dejado el huracán Gustav y su pronta llegada a las costas norteamericanas traen de nuevo a la memoria las imágenes de la destrucción total que dejó el Katrina hace ahora tres años. Gustav tiene una fuerza de 4 sobre 5 en la escala de Saffir-Simpson y no se descarta que adquiera la categoría máxima en esa escala a su llegada a las costas de Luisiana. El alcalde de Nueva Orleáns, ciudad que quedó arrasada por el Katrina mostrando a ojos de todo el mundo una de las debilidades y muchas de las miserias del considerado país más poderoso del mundo, ha preferido curarse en salud y decretar el desalojo de la ciudad. De momento Gustav ha dejado 66 víctimas mortales en Haití, once en Jamaica y ocho en República Dominicana, además de miles de desplazados y graves daños en los países mencionados y en Cuba.
Estos últimos datos reflejan claramente que, si bien este tipo de desastres son naturales, las consecuencias tienen relación directa con el factor humano. El Caribe es una de las zonas más pauperizadas del planeta, con Haití en el primer puesto del triste ranking de países más pobres. Es, además, una de las zonas más castigadas por este tipo de fenómenos atmosféricos, que anualmente azotan sus costas causando graves daños. Pero todos los años el balance de los países de esa región refleja una misma realidad: Cuba sufre grandes pérdidas en cosechas e infraestructuras, pero consigue evitar costes humanos, mientras el balance de muertes entre sus países vecinos suele ser realmente trágico.
Parece que las diferentes administraciones estadounidenses no están dispuestas a sufrir una situación como la que generó el Katrina. La cuestión es que mientras para el Gobierno cubano todos los ciudadanos de la isla son iguales en derechos, los norteamericanos lo son sólo para su Constitución. En sus calles, desde Nueva Orleáns hasta San Francisco, la salvaguarda de esa igualdad formal se canjea en dólares y depende de razas y géneros. Los fenómenos naturales no entienden de clases, pero en el sistema que promueven los EEUU la muerte de los pobres es vista con total naturalidad.