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La inestabilidad en Pakistán tiene origen externo, pero graves consecuencias internas

El atentado contra el coche del primer ministro de Pakistán, Yusuf Raza Gillani, es uno más en una larga lista de ataques contra los mandatarios de un país que se mueve o bien a golpe de atentado o bien, más directamente, a golpe de estado. En los 60 años de independencia que tiene ese país esta misma historia se repite una y otra vez: desde que en 1951 el primer ministro Liaquat Ali Khan muriera a tiros hasta el atentado que el pasado diciembre acabó con la vida de Benazir Bhutto, los momentos en los que Pakistán ha gozado de una mínima estabilidad política son escasos.

Pero no conviene guiarse por los prejuicios y sacar conclusiones precipitadas. No se trata, evidentemente, de que los paquistaníes tengan una natural tendencia al magnicidio, sino que los intereses geopolíticos que confluyen en Pakistán son tan importantes en la esfera internacional que las diferentes fracciones políticas del país no dudan en sacar provecho del clima de inestabilidad. En ese sentido, la influencia de los Estados Unidos ha sido nefasta para los intereses del pueblo paquistaní. Ahora están pagando el coste de tener un aliado que, a su vez, bombardea tus territorios y gentes.

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