Martin Garitano Periodista
La prueba de setiembre
Llegó setiembre y el lehendakari Ibarretxe se presenta al examen con los deberes hechos: al cantado rechazo del Tribunal Constitucional de la llamada «Ley de Consulta» opondrá una recogida de firmas para que la ciudadanía, a título particular, recurra ante los tribunales europeos. Suena a tomadura de pelo.
Porque colocar la pelota de su inacción -o incapacidad- política en el tejado de cada uno de los ciudadanos y ciudadanas de la CAV en un postrer intento de eludir sus propias responsabilidades no pasa de ser una broma de mal gusto. En primer lugar porque no se ajusta al procedimiento judicial europeo (cada uno de los ciudadanos denunciantes debería agotar primero el largo recorrido por los tribunales españoles antes de tocar la puerta de los europeos). En segundo porque frente al pomposo y sonoro: «Voy a denunciar a España» se ubica la satisfacción con que el presidente de su partido, Iñigo Urkullu, se ufana de «cumplir escrupulosamente» con la legalidad española (ésa que, alega Ibarretxe con razón, pisotea nuestros derechos como ciudadanos y como pueblo). Y en tercer lugar porque el truco de desviar la atención señalando con el dedo hacia Europa mientras con la otra mano se firma el pacto con el Gobierno español es tan viejo que ya no consigue engañar ni al espectador más entregado.
Ha llegado setiembre y el lehendakari se presenta con los deberes mal hechos. Apenas unos folios emborronados, con las sumas y las restas mal hechas y un ejercicio de literatura política que no alcanza el aprobado ni regalándole un puro al profesor. No son firmas ni adhesiones personales lo que se precisa. Empiece la casa por los cimientos Ibarretxe, pelee por restablecer los derechos políticos de todos los ciudadanos vascos, exija a los suyos que abandonen la inaceptable práctica de ocupar cargos que otros ganaron en las urnas, negocie acuerdos con los que estén dispuestos a defender los derechos de nuestro pueblo y actúe luego de forma coherente y decidida. Menos firmas y más hechos es lo que demanda una situación de grave involución que sólo perpetúa el conflicto y sus consecuencias más dolorosas. Lo demás son fuegos de artificio. Y ya acabaron las fiestas.