La Quincena se despide de la danza con «El ángel lacrado» Calidad extraterrestre
El Teatro Victoria Eugenia Antzokia acogerá esta tarde, a las 20.00 horas, la representación de «El ángel lacrado», un ballet-coral basado en la liturgia musical del compositor ruso Rodion Shchedrin y protagonizado por cinco bailarines del Kiel Ballet y el Coro de la Radio de Berlín, cuyos componentes también tomarán parte activa en la coreografía.
Mikel CHAMIZO | DONOSTIA
Esta tarde la danza se despide de la Quincena Musical con un espectáculo que, desde su estreno en 2005, ha cosechado un gran éxito en festivales tan importantes como el de Schleswig-Holstein, Baden-Baden o Copenhage. Se trata de «El ángel lacrado», una liturgia musical que el compositor ruso Rodion Shchedrin compuso en 1988 y sobre la que, hace tres años, el Ballet Kiel y el Coro de la Radio de Berlín decidieron crear un «ballet-coral», como lo definió ayer Hans Hermann Reber, gerente del prestigioso coro alemán.
La partitura de Shchedrin se basa en un relato del escritor y periodista ruso Nikolai Leskov, que tiene su origen en el conflicto de los «viejos creyentes», como se llamaba a los defensores de los iconos rusos después que Pedro el Grande decidiera importar los modelos artísticos occidentales para la liturgia rusa. En «El ángel lacrado», a un grupo de estos «viejos creyentes» les es confiscado y sellado el icono de un ángel por el cual sienten gran devoción. Pero uno de devotos, en su reclusión, realiza una réplica exacta del ángel y la coloca en lugar del original, jugándose la vida. Milagrosamente, a la réplica se le desprende el sello de cera que le habían colocado al original, visto lo cual el obispo invita a estos «viejos creyentes» a participar de la iglesia y de ese nuevo misterio que acaba de ocurrir.
Ésta es la trama de este espectáculo de danza de una hora de duración, en el que, además de cinco bailarines, participan 55 coralistas que también se mueven por el escenario y cinco solistas vocales, entre ellos dos niños soprano.
Para Stefan Parkman, director del Coro de la Radio de Berlín, el espectáculo es «como un flujo de agua poético que se acompaña de los movimientos del coro y de los bailarines para crear una hora de profunda meditación». La música no presenta niguna dificultad particular, «está muy en la tradición rusa de Rachmaninov o Tchaikovsky», explicó. «El mayor reto es unirla al aspecto coreográfico, puesto que la obra estaba pensada por Shchedrin como algo exclusivamente musical». Pero Lars Scheibner, creador de la coreografía, defiende que «en esta música se puede respirar claramente el movimiento», y está convencido de que la célebre bailarina Maya Plisetskaya, esposa de Shchedrin, «ha tenido una influencia principal sobre como se escribió la música». La idea de Scheibner al crear la coreografía fue, inspirándose en la música, «mostrar una vida que fluye, con sus matices, no centrarse sólo en lo blanco o en lo negro, sino resaltar todo ese espectro intermedio que es el que realmente hace que la vida fluya». Para ello ha enfrentado a los cinco bailarines solistas y el coro, que representan, respectivamente, «al individuo y al grupo». El reto para los coralistas es grande, porque «tienen que ir desplazándose mientras cantan, hacerlo en posiciones diferentes, sin ver al director, como si fuera un coro de ópera».
Los cinco solistas también tienen su handicap, pues juntos, un hombre, una mujer y tres jóvenes, han de «formar ese todo que es el ser humano». Scheibner, que lleva cinco años trabajando como coreógrafo principal del Kiel Ballet, ha buscado ese universo de matices intermedios también en el estilo de danza, que «no es clásico pero tampoco se parece a Pina Bausch».