CRíTICA Quincena Musical
Calidad extraterrestre
Mikel CHAMIZO
No se puede soslayar la importancia que el Cuarteto Arditti, fundado en 1974, ha tenido como dinamizador de las nuevas músicas en las tres últimas décadas. Su extraordinario virtuosismo y habilidad con las nuevas técnicas instrumentales permitió a los compositores que escribían para él aventurarse con músicas que ningún otro cuarteto podía enfrentar en aquel momento. Pero también es cierto que el Arditti monopolizó casi por completo el circuito de los cuartetos especializados en música contemporánea, y eso les ha valido muchos detractores, que han acusado al conjunto de ser un cuarteto de todo a cien, de tocar lo que sea mientras haya dinero de por medio, de tener una visión muy corta de la música de cámara, de interpretar de forma tan mecánica como un contable hace números, y otras muchas barbaridades. Quizá algunos aspectos de esas críticas no vayan descaminados, pero cualquiera que haya asistido a un recital como el que ofrecieron el pasado lunes en el Kursaal no puede más que rendirse a la absoluta maestría del Arditti con las músicas contemporáneas más complejas. Empezando con la primera obra, el impactantemente bello «Cuarteto nº5» de Dusapin, hasta la obra maestra con que finalizó, el clásico pero aún hipnótico «Cuarteto nº2» de Ligeti, la velada fue una constante demostración de los más altos estándares interpretativos en música contemporánea. Especialmente impactante fue la versión de «Zayin IV», de Francisco Guerrero, que crea una especie de meta-instrumento de cuerda mediante la suma de los cuatro intérpretes, algo increíblemente difícil de construir con convicción y que el Arditti logró recrear con un resultado extraterrestre. Así que si alguien se durmió -como sucedió con «Fragmento» de Luis de Pablo, que tuvo como sonido de fondo a un señor roncando- es sólo responsabilidad de la música, porque el Arditti firmó el que ha sido sin duda uno de los mejores conciertos de esta Quincena.