CRÓNICA Temporada de huracanes
Ike amenaza con aumentar la tragedia en un noqueado Haití
Tres catástrofes naturales en menos de un mes con un balance de al menos 221 muertos son muchas para un país tan pobre como Haití, sumido en una grave crisis política y que es incapaz de hacer frente a los sucesivos embates de la naturaleza.
Mirari ISASI
Conocido como el país más pobre de América y uno de los más corruptos del mundo, e inmerso en una grave crisis política provocada por Occidente, Haití colecciona históricas cifras de pobreza y exclusión. El 80% de los habitantes de una población cercana a los 8,5 millones sobrevive por debajo del umbral de la pobreza; el 76% está desempleado; padece un alto nivel de mortalidad infantil; la esperanza de vida es de 49 años; carece de bosques; tiene el manto freático comprometido, y cuenta con una altísima tasa de analfabetismo y un número insuficiente de hospitales.
Pero por si eso no fuera suficiente, es ruta habitual de huracanes, lo que acarrea mayores dramas a su población, ya que carece de infraestructuras y de un Estado proveedor de servicios. Los desastres impactan con mayor fuerza en los países pobres o en vías de desarrollo por la falta de prevención y por la indefensión social y económica de sus habitantes y Haití no es una excepción.
Al contrario, el país es propenso a inundaciones y corrimientos de tierra debido a la grave deforestación y no consigue recuperarse de una catástrofe natural cuando es golpeado por otra, como ha sucedido estas últimas semanas.
Bajo las aguas
Tras el paso de los huracanes Gustav y Hanna y de la tormenta tropical Fay, que han causado al menos 221 muertes desde mediados de agosto, Haití, que todavía se encuentra parcialmente bajo las aguas, espera la llegada del potente huracán Ike, que podría alcanzar el sábado la isla que Haití comparte con República Dominicana.
Hanna ha dejado esta semana al menos 90 víctimas mortales en el país, 37 de ellas en Gonaives, donde el 70% de sus habitantes se vio afectado por las inundaciones. Miles de personas quedaron bloqueadas en la ciudad y sus alrededores y también en el sur del país, hasta donde hubo que transportar comida, agua y medicamentos, pese a las dificultades de acceso.
El Programa de Naciones Unidad para el Desarrollo, que examinó las consecuencias de huracanes, terremotos e inunda- ciones en los países pobres, destacó el caso de Cuba, que pese a los escasos recursos económicos es un «buen ejemplo de la escasa vulnerabilidad de la población como consecuencia de las políticas de prevención.
Resalta la importancia de prestar mayor atención a la organización y formación de instituciones y organismos para hacer frente a estas catástrofes naturales, reforzar la legislación y las normas para evitar que la población se instale en zonas de riesgo o para obligar que las infraestructuras sean capaces de resistir a esos fenómenos, y hace hincapié en que no se reconstruya con los mismos errores.
Pero parece que el «Estado fallido» haitiano es incapaz de hacer frente a la situación y gestionar de forma adecuada el riesgo, debido a sus deficiencias y problemas estructurales, tal y como se evidencia año tras año.
Víctima desde su nacimiento como Estado, Washington y París no han perdonado nunca a Haití su mal ejemplo a raíz de su revolución antiesclavista, la primera revolución social que triunfó en América Latina y conllevó no sólo la emancipación de los esclavos sino la independencia y una radical reforma agraria. El inicial aislamien- to y hostigamiento al que fue sometido derivó con el paso de los años en varias intervenciones militares que han favorecido el saqueo del país, la imposición de la pobreza y la degrada- ción del medio ambiente.
La última, en febrero de 2004, tras el golpe de Estado impulsado por EEUU y el Estado francés, que derrocó a Jean-Bertrand Aristide y provocó un caos político y una violencia que sirvió de pretexto para el despliegue de la Misión de la ONU para la Estabilización de Haití (Minustah). Su objetivo, además de la represión, era acabar con esa situación de cara a la organización de elecciones presidenciales, celebradas finalmente en febrero de 2006, en las que venció el actual mandatario, René Preval. Dos años después, la ocupación sigue.