Nicolas Sarkozy se ha marcado un tanto tras conseguir del Gobierno ruso el visto bueno al plan de retirada de sus tropas de Georgia. No es un éxito personal de Sarkozy, puesto que al presidente francés le acompañaban, como es costumbre en estos menesteres, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, y el secretario general del Consejo y cabeza teórica de la aún inexistente diplomacia comunitaria, Javier Solana. Pero es Sarkozy, sin duda alguna, quien ha capitalizado esta «acción exterior» de la Unión Europea, en aplicación del mandato (ambiguo, como siempre) del Consejo Europeo extraordinario del pasado 1 de setiembre.

Y ese efecto positivo para el mandatario galo se observa ya incluso en los sondeos de opinión, ya que reflejan (sea cierto o no) que la cota de confianza de los franceses en el presidente ha subido 11 puntos en las últimas semanas.

Y, como no podía ser de otro modo, tendrá también consecuencias positivas para Rusia, quien, lógicamente, no habrá realizado este movimiento sin recibir nada a cambio. Sarkozy anunció ayer que las negociaciones para pactar un nuevo partenariado o acuerdo de asociación entre Rusia y la Unión Europea comenzarán, probablemente, en octubre, con lo que la situación en esta parte del Cáucaso vuelve a su cauce tras esta penúltima partida de ajedrez.