Raimundo Fitero
Continuidad
Ahora los locutores de los acontecimientos de las cadenas, se convierten en anunciantes de su propia programación. Una transformación en hombres y mujeres de continuidad. No les basta con sobreimpresionar lo que va a venir, de colocar en los cortes publicitarios un buena parte de promociones de sus series, y programas, sino que ahora, los que retransmiten el fútbol (u otro deporte o acontecimiento de cualquier índole) deben interrumpir su relato, lo primero para incitar a los televidentes concursar a través de llamadas o envíos de sms y ganar unos miles de euros, sino que va cantando la programación que sigue a la retransmisión del mismo día y las series del día siguiente o del próximo lunes.
Es algo, a mi entender que se ajusta bastante mal a los objetivos de una televisión pública. Y es una falta de respeto a la misma retransmisión, ya sea de una carrera de motos o de un partido de fútbol. Y muy especialmente degrada la función del periodista del especialista que hace esa labor, ya que se convierte en un propagandista, y no es por voluntad propia sino por estrategia de empresa. ¿Se podría negar alguien a cumplir esa doble función? Seguramente que le ampararía la ley, el estatuto, los sindicatos, pero tal como está el asunto y la precariedad, en TVE, por ejemplo, rebelarse no es en estos momentos muy sencillo, sino es que se esté esperando la carta de despido.
La desregulación lleva a una situación de fragilidad absoluta en la que se encuentran los trabajadores. Se ha perdido toda tensión ética, los principios básicos que señalaban que no estaba bien mezclar la información y la publicidad, porque la opinión ya hace tiempo que viaja en paralelo, nos llevan a esta confusión, que probablemente se alivie la mala conciencia de quienes lo realizan debido a que se trata de promocionar la programación la propia cadena, y no vender otros productos de consumo. Bueno, se empieza por ahí y se acaba haciendo la publicidad directa que hacen los presentadores de algunos programas que pasan si solución de continuidad de una mesa de debate sobre la crisis económica, a un colchón muy cómodo que nos venden con todo el descaro.