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También hay políticos vascos que no hacen política, sólo «gestión»

Mientras el Tribunal Supremo español ilegalizaba un partido nacionalista vasco, el presidente del Partido Nacionalista Vasco departía con la prensa rodeado de empresarios, amigos o ambas cosas a la vez. El tema de su conferencia no era la grave situación en la que se encuentran la nación y la política vasca como consecuencia del ataque sistemático y organizado del Estado español. Su preocupación era cómo hacer entender al PSOE que su lealtad inquebrantable, su espíritu de la responsabilidad y su invitación a la gobernabilidad deben de tener algún tipo de contrapartida. Parece que el mazazo del Tribunal Constitucional no ya a la propuesta de Ibarretxe, sino a las mínimas aspiraciones nacionales vascas, no ha hecho mella en la dirección jelkide, que se dispone a negociar los presupuestos con Moncloa en un clima de normalidad pasmosa.

Iñigo Urkullu no parece querer entender que cuando dice que «el objetivo del PNV es lograr más autogobierno, no la consulta» está poco menos que pidiendo el voto para el PSE, dado que el equipo de Rodríguez Zapatero ha dejado claro que no abrirá esa puerta a menos que Patxi López esté al otro lado de la misma. Cuando, por un lado, hace años que el Estado cerró el pírrico hilo de las competencias y, por otro, una gran parte de la sociedad vasca y toda la base social abertzale hace mucho tiempo que abandonó ese estéril camino para apostar por la autodeterminación, la posición del EBB aparece totalmente alejada de la realidad vasca.

Las actuaciones del Estado español anteriormente mencionadas son fruto de los Pactos de la Moncloa firmados por el PNV hace ahora treinta años. Si fuesen mínimamente honestos, los jelkides deberían asumir que «con el Estatuto» ahora hay más presos que nunca, las libertades civiles y políticas se han retrotraído a tiempos de la dictadura, la partición de los territorios vascos es lo único que aparece blindado por el Estado y ésta es la enésima generación que aparece hipotecada por el mismo conflicto político. A estas alturas del partido, lo único que ha garantizado ese Estatuto es un sucursalismo que ahora corre peligro. La estrategia de no perder -poder, prebendas, puestos...- opuesta a la de ganar -derechos, libertades, pueblo...- es precisamente la que ha llevado al PNV a esta situación.

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